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Actualizado: 31 de octubre de 2025
La familia del boticario Las visitas de aquel día no fueron tantas en Peleches ni tan molestas para sus moradores, como las del anterior; porque en Villavieja, como en todas partes, había de todo, y el furor de la cursilería y de la presunción estrafalaria, había pasado con la nube de la víspera.
Ya le faltaba poco a Frasquito para estallar en ira, y de fijo le hubiera tirado a la cabeza el plato, el vaso de vino y hasta la mesa, si Polidura no tratara de atenuar la maleante burla con estas palabras conciliadoras: «Cállate, tonto, que el Sr. de Ponte no ha entrado en Villavieja, y lleva sus añitos mejor que nosotros.
Es cosa vista... salvo siempre, y por supuesto, los altos designios de Dios.» Palabra por palabra, éste era el tema de muchas, de muchísimas peroraciones, casi discursos, del menor de los Bermúdez Peleches, del solar de Peleches, término municipal de Villavieja.
Hombre dijo aquí don Claudio frunciendo el ceño y atusándose nervioso los bigotes grises , tomadas por ahí las cosas, cierto que no era envidiable la situación de usted al volver a Villavieja.
La señorita Nieves es hija del rico caballero don Alejandro Bermúdez Peleches, y el padre de Leto es el pobre don Adrián Pérez, boticario de Villavieja... eso es; y en un paño como éste ¡caray! pueden entrar muchas tijeras, como haya ganas de cortar, que nunca faltan... En fin, ya puede usted comprenderme; y yo, mi señor don Alejandro, que he conservado con honra durante setenta y cinco años, eso es, la vida que recibí de Dios, con honra quiero entregársela el día en que me la reclame, que bien cercano está ya... Eso es.
También la tenía con algún cuidado el temor de que su gordura llegara a impedirla el proyectado viaje a la tierra nativa, cuya ocasión podía tocar ya con los dedos a poco que alargara el brazo, porque si a aquellas horas el caudal de su marido no daba para comprar a peso de oro toda Villavieja con sus inherentes y aledaños, no distaría de ello media talega...
Ambas saben que viene este verano su sobrino de usted, y afirman que se hospedará en su casa cuando pare en Villavieja, y que, como las quiere tanto... «¿quién sabe lo que podrá suceder?» Conque sírvale a usted todo ello de gobierno: lo uno, para su satisfacción, y lo otro, por si ha pensado en preparar cuarto al mejicanillo en Peleches.
La botica se había colmado después de desmayadas y contusos; y a don Adrián, y a Leto y al mancebo, y al mismo Cornias, les faltaba tiempo para disponer antiespasmódicos y aplicar compresas de árnica y vegeto, y hasta alguna que otra tira de aglutinante. No se había visto otra ni se volvería a ver tan pronto, en Villavieja.
En Villavieja apenas se conocía ese lujo ni aun en las casas más pudientes: el maderaje descubierto, con un par de lechadas o dos manos de una tierra amarilla que abundaba en un covachón de la sierra. La vivienda de las Escribanas era mucho mayor y hasta mucho más vieja. Se entraba por un portal obscuro, con gallinero y todos sus accesorios y consecuencias.
De pueblos de secano que tuvieron grande importancia en tiempos remotos y hoy son montones de ruinas solitarias o poco más, abundan los ejemplos; y hay razón para que abunden, porque entonces se guerreaba y se vivía de cierto modo, y los lugares más altos y más inaccesibles o de más fácil defensa, eran los preferidos para fundar pueblos; al revés de lo que acontece hoy por exigencias de nuestro modo de vivir; pero ejemplos de puertos de mar, de poblaciones costeñas, que vayan de mal en peor desde medio siglo acá, no conozco más que uno, el de Villavieja.
Palabra del Dia
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