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Actualizado: 15 de mayo de 2025


-Antiguo libro es éste -dijo el cura-, y no hallo en él cosa que merezca venia. Acompañe a los demás sin réplica. Y así fue hecho. Abrióse otro libro y vieron que tenía por título El Caballero de la Cruz. -Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia; mas también se suele decir: "tras la cruz está el diablo"; vaya al fuego.

¡Á buena hora llega usted! dijeron á un tiempo dos señoras, así que vieron á Homobono. De seguro estaría usted estudiando... Los libros le sacan á usted loco. No lo crean ustedes repuso el Feto ruborizándose.

Vieron en los Ranchos muchos escudos, tejidos de plumas de bellísimos colores con mucho arte é industria; con éstos estaban adornadas las cámaras donde estaban amontonados muchos huesos de difuntos y pedazos de carne fresca, indicios de que eran comedores de carne humana. Andan todos bien vestidos y tienen las mismas costumbres que los Baures y Cosiricas, bien que usan de diferente lengua.

Acudió luego toda la gente á apagar aquel que creían incendio; y registrando de dónde salía aquel humo, vieron que le arrojaba la tierra que estaba sobre el cuerpo de aquel desdichado; por lo cual echaron sobre él agua en grande abundancia, pero ¿qué sucedería?

A los del Saloncillo les iba muchísimo en ello. Verdad que se vieron defraudados, pues el nuevo alcalde no quiso de ningún modo poner al aire los cimientos de las casas de sus enemigos, como había hecho Maza, ni cometer otra porción de tropelías que le exigían.

Y no hubieron andado un cuarto de legua, cuando, al cruzar de una senda, vieron venir hacia ellos hasta seis pastores, vestidos con pellicos negros y coronadas las cabezas con guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traía cada uno un grueso bastón de acebo en la mano.

Pitum y Corací, como los vieron Salir con tal esfuerzo y gallardía, Con rabia y con furor arremetieron, Y las picas calaron á porfia. Los gallardos mancebos acudieron Con tal ardid y maña y osadía, Que traban en un punto tal batalla Que Marte no cansára de miralla.

La ventera y su hija no vieron a otro más desocupado para poder socorrerle que a don Quijote, a quien la hija de la ventera dijo: -Socorra vuestra merced, señor caballero, por la virtud que Dios le dio, a mi pobre padre, que dos malos hombres le están moliendo como a cibera.

A ; me lo cuentan todo, y ya que hay fiesta de familia, que sea completa. Febrer fingía no entenderle. El carruaje entró en Valldemosa, deteniéndose en las inmediaciones de la Cartuja ante una casa de construcción moderna. Cuando los dos amigos transpusieron la verja del jardín, vieron venir hacia ellos un señor de blancas patillas apoyado en un bastón. Era don Benito Valls.

De este modo se vió atropellada por la ambicion y codicia de cuatro ó seis sugetos, la grandeza del Todo-Poderoso, profanados sus templos, despreciadas sus sagradas imágenes, usurpada la inmunidad de las iglesias por las casas de los Rodriguez, pues estas eran el mejor asilo para escapar de la muerte; como lo consiguieron varios europeos, ya fuese por las alianzas de una antigua amistad, ó ya para cohonestar sus atroces delitos, con algunos hechos piadosos: pero la casa del Señor, sus altares y tabernáculos se vieron polutos, despreciados y ultrajados por esta vil canalla.

Palabra del Dia

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