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Actualizado: 15 de mayo de 2025
22 Aunque también unas mujeres de los nuestros nos han espantado, las cuales antes del día fueron al sepulcro; 23 y no hallando su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive. 24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; más a él no le vieron.
Estando este ruido y hervor de combate, pareció en el fuerte una paloma blanca con algunas pintas, la cual, entre tanto que pasó el dicho combate, andaba volando alrededor del fuerte; y como los cristianos hobieron la victoria, se fué, que no la vieron más después, ni primero la habían visto, si no es aquel día.
Ora en las ruinas de la antigua Roma Do se asienta la inercia y liviandad, Evocando la sombra de los Gracos En las tumbas te vieron meditar: Que impelida del soplo democrático Midió el mundo con paso colosal, Pero cayó sin fuerzas cuando airada Su escudo le quitó la libertad, Que deserta las glorias de los pueblos Si la virtud su apoyo no le dá.
Papá: dijo aprovechando un momento de pausa . Ahí viene aquel joven amigo tuyo, que mantiene a su madre y a sus hermanas. Clementina y Pinedo volvieron al mismo tiempo la cabeza y vieron llegar a Rafael Alcántara, el célebre calavera que hemos conocido en el Club de los Salvajes. ¡Que mantiene a su madre y a sus hermanas! exclamó la dama con asombro.
33 Y los porqueros huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. 34 Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús. Y cuando le vieron, le rogaban que se fuese de sus términos. 3 Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
Fueron introducidos en una habitación elegantemente amueblada que servía de salón de música a la Reina, y experimentaron una profunda sorpresa cuando, un instante después, vieron entrar a la abadesa de Santa Cruz y a Isabel de Arcos.
Los dueños de las «pulperías» enclavadas en la vertiente de los Andes sobre el Pacífico le vieron pasar hacia la Puna de Atacama con su mula decrépita pero todavía animosa. Tenía la energía de los animales humildes, que hasta el último momento de su existencia aceptan la esclavitud del trabajo. En vano aquellos hombres dieron consejos al gaucho para que volviese atrás.
Al entrar en la barraca y darle de lleno la luz del candil, las mujeres y los chicos lanzaron un grito de asombro. Vieron la camisa ensangrentada... y además su facha de forajido, como si acabara de escaparse de un presidio saliendo por la letrina. Roseta y su madre prorrumpieron en gemidos. «¡Reina Santísima!... ¡Señora y soberana! ¿Le habían matado?...»
Y un día Emilia y Juan José Castaño vieron entrar en su casa a la gran Isidora elegantemente vestida de negro, con un lujo, con un señorío, con un empaque tal, que ambos esposos se quedaron perplejos, como quien ve visiones, y no acertaron a contestar a sus primeras preguntas.
22 Porque todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, 23 no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá. 25 y aun al amalecita y al cananeo que habitan en el valle. Volveos mañana, y partíos al desierto, camino del mar Bermejo.
Palabra del Dia
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