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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
17 Y midió su muro de ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. 18 Y el material de su muro era de jaspe; mas la Ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio. 19 Y los fundamentos del muro de la Ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa.
Lo contuvo la posición social de Juanillo, y la consideración de la dificultad que había en proporcionarle todas las noches tanta alimaña para que la comiera en público. Las piezas, una vez comidas, no podían repetirse, como ocurría con el vidrio, las espadas y hasta el fuego de la mujer tragona...
Desde esta altura sus ojos abarcaban únicamente el segundo término, o sea el mar inmóvil, que parecía cubierto de una costra diáfana y transparente, una costra de vidrio reflejando el azul denso y pastoso de la profundidad.
Fue quizá la mayor y más duradera su desmedida afición al café, afición contraída en el negocio de ultramarinos, en las tristes mañanas de invierno, cuando la escarcha empaña el vidrio del escaparate, cuando los pies se hielan en la atmósfera gris de la solitaria lonja, y el lecho recién abandonado y caliente aun por ventura, reclama con dulces voces a su mal despierto ocupante.
Esto es otra cosa que la máquina de vidrio, y que la baranda de Santa Genoveva. Salimos de allí, cruzamos la Plaza, llega el ómnibus, montamos en él, y á los veinte minutos nos hallábamos en la puerta de nuestra fonda. El ingeniero no quiso subir, porque tenia que continuar sus excursiones. ¡Todavía no estaba satisfecho, cuando yo tendré que hacer cama por la batahola del Panteon!
Al entrar en el zaguán, Quevedo, que cuando iba á ciertos lugares, especialmente para entrar en ellos no desatendía ninguna circunstancia, y todo lo abrazaba de una mirada rápida, oculta, hasta cierto punto, por el verdoso vidrio de sus antiparras, se detuvo de repente junto al hombre que estaba en la puerta, le dió frente y le dijo encarándosele: ¿Cómo tu aquí?
No era el tipo del letrado grave, con cara de estuco y alma de papel sellado, revelada en unos ojuelos de vidrio, al compás de una voz campanuda y hueca, que va sacando, uno a uno, como del fondo del estómago, resobados sofismas de taracea que se hubieran insaculado allí después de usados por otros cien jurisperitos de igual corte.
Ya voy contestó Inés. Y siguió al ama, que la acompañaba siempre, la ayudaba a desnudarse, como a vestirse, y nunca se apartaba de ella por la noche hasta dejarla en la cama. El cuarto de dormir de Inés estaba puesto con singular esmero y limpieza. Sobre la cómoda, en una urna de vidrio, se veía un San Antonio de Padua, de bulto, hecho de barro cocido y pintado por no vulgar artista.
Pasó por una avenida del parque, casi saltando, con la toca revoloteante y moviendo bajo la blanca falda el ágil compás de sus piernas enjutas. Llevaba en las manos pálidas y transparentes un paquete de ropas. Su nariz y sus orejas brillaban con una claridad de vidrio sonrosado bajo la luz del sol. Parecía un cuerpo diáfano, con la transparencia malsana de la miseria física.
Los hombres de nuestro tiempo se parecen a esos niños que rompen sus juguetes para conocer el secreto de su construcción; roto el juguete, ¿qué queda de él?; un resorte de acero, un pedazo de vidrio, un cascabel; y, en cuanto al encanto, ha desaparecido. 21 de abril. ¡Renovarme! te decía el otro día; ¡ay! ¡si pudiese solamente distraerme... olvidar!
Palabra del Dia
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