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Actualizado: 4 de junio de 2025


Sea por muchos años exclamó el rodrigón, que era el más viejo y el más autorizado ; que Dios haga muy felices á sus mercedes... este es el segundo casamiento que veo en la casa... cuando la señora madre de vuesa merced se casó... Os dió muestras del aprecio en que os tenía; yo os las daré también; ahora idos; quedáos vosotras añadió, dirigiéndose á las doncellas ; necesito vestirme.

Creo que es porque hoy llega un señor a casa de don Rosendo... y como la carretera atraviesa la romería... Ah, , el duque de Tornos... ¿Pero qué tiene que ver?... ¡Vamos, están locos!... Mira, déjame un momento; voy a vestirme, y veré a Maza. Creo que lo arreglaremos. Déjame.

Mejor me está a una hoz en la mano que un cetro de gobernador; más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre; y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda y vestirme de martas cebollinas.

Este ruido, este ir y venir, este pisar de caballos, no pueden ser otra cosa más que la entrada de Su Majestad, y como yo he venido aquí con mi ejército para esperarle, conferenciar con él y recibir sus reales órdenes, voy a vestirme al momento y a subir, porque no conviene que aguarde nuestro señor. Arrojose del lecho, y no poco trabajo costó a Salvador detenerle.

Acostéme y cubríme y torné a dormir, y como entre sueños me revolcase, cuando desperté halléme proveído y hecho una necesaria. Levantáronse todos y yo tomé por achaque los azotes para no vestirme. No había diablos que me moviesen de un lado. Estaba confuso, considerando si acaso, con el miedo y la turbación, sin sentirlo, había hecho aquella vileza, o si entre sueños.

Aquél concluyó por darle las llaves de los armarios. «Cecilia, voy a vestirmeLa joven corría al cuarto y a los pocos momentos volvía diciendo: «Ya lo tienes todo». Gonzalo encontraba, en efecto, la ropa plegada sobre la cama, la camisa con los botones puestos, las botas relucientes, al lado de la mesa de noche. «Cecilia, se me ha descosido un poco el forro del gabánCuando tornaba a ponérselo ya estaba cosido.

En seguida, la ímproba y conmovedora tarea de vestirme todos los dispersos perifollos: allí mi madre, allí la doncella, allí la modista; yo, como un maniquí, rodeada de luces y de espejos. El vestido, sin mangas y casi sin cuerpo, dejábame las carnes, de cintura arriba, medio a la intemperie.

Si es noche de sociedad, a vestirme; gran «tualeta». A casa de E... Bonita sociedad; muy bonita. Ello , las mismas de la sociedad de la víspera, y del lunes, y de... y las mismas de las visitas de la mañana, del Prado y del teatro, y... pero lo bueno, nunca se cansa uno de verlo. ¿Y qué hace usted en la sociedad?

Nada me importaría que me considerasen con la obligación de no vestirme ni de seda, ni de lana, ni de algodón siquiera, sino de esparto.

Después me dijeron que iban á llevarme á Oviedo y vestirme de señora... ¿Y no te alegras de eso? preguntó Nolo sin levantar los ojos. No respondió secamente la zagala. Hubo una pausa. Nolo volvió á preguntar tímidamente: ¿Será por el tío Goro y la tía Felicia? Te han criado como padres y los quieres como si lo fuesen... , por ellos es... y por ti también añadió rápidamente y en voz más baja.

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