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Actualizado: 24 de julio de 2025


Ella se había imaginado el lujo de otra manera: grandes y ostentosas sillerías, muebles monumentales, y aquí apenas encontraba donde sentarse. Sólo veía divanes bajos y cojines en el suelo. Los muebles eran de aspecto tan frágil, que no osaba tocarlos; los colores de paredes y cortinas, tan raros y complicados, que daban el vértigo á sus ojos.

Fue un momento, un momento de vértigo nada más; pero en tan corto espacio creyó que la habitación danzaba como una peonza, que el techo descendía hasta apoyar en su cabeza su peso irresistible; vio obscuridad y luces a un mismo tiempo; experimentó frío y calor; sintió una bola extraña que se le atascaba en la garganta, y en un instante pasaron por su imaginación, como relámpagos lívidos, todas las escenas de novela que había leído, con sus terribles descubrimientos y sorpresas aplastantes.

»Pero no tuve más remedio que prepararle todo para que escribiera. Desgraciadamente no me había engañado en mis presunciones: estaba tan débil que a pesar de sostenerla yo la acometió el vértigo y cayéndosele la pluma de la mano se desplomó de nuevo sobre la almohada. »Reposó un momento, y luego me dijo, con voz débil: » Tenías razón, Amaury: yo no puedo escribir. Hazlo , que yo te dictaré.

Repliqué con una mentira: desde varios días antes me sentía enfermo, el calor de la víspera me había causado una especie de vértigo y rogaba a Magdalena que me excusara la triste figura que hice al encontrarla. ¿Magdalena?... continuó Oliverio. Pero nosotros no tenemos cuentas que arreglar con Magdalena... Hay cosas que no le incumben...

A la vista de aquel tesoro, relucieron los ojos del cocinero mayor, le acometió un vértigo, y se asió á la mesa con ambas manos para no caer. ¡Oh! ¡si todo esto fuera mío! exclamó olvidado de que le escuchaba el joven. Este por su parte no le oyó, porque su interés estaba vivamente excitado. Pero en la expresión de su semblante se comprendía que no era la codicia la causa de aquel interés.

Impelió, pues, el bote hasta el medio de la corriente; luego lo dejó arrastrar por ella durante un momento; pero no tardó en fijarse de que en la cercanía de la cascada, el río, como atraído por el abismo y arrebatado por el vértigo, precipitaba su curso con aterradora rapidez; tuvimos la revelación del peligro al verlo poner repentinamente el bote de través y comenzar á agitar los remos con febril energía.

Era un repique horrísono, donde tomaban parte desde la mayor de Toledo, hasta la campanilla de su escribanía. ¡Qué vértigo! ¡Qué fatiga! Afortunadamente cesó de golpe el campaneo. Pero fué al instante substituído por un silbido prolongado y tan agudo, que le desgarraba el tímpano de los oídos. Instintivamente se llevó las manos a ellos.

Despidióse el marqués, y Vergara lo acompañaba a la sala; pero al llegar a ésta, volvió la cabeza hacia una mampara que comunicaba al dormitorio de Evangelina, y al través de los cristales vióla sollozando de rodillas ante una imagen de María. Un vértigo horrible se apoderó del espíritu de don Fernando, y rápido como el tigre, se abalanzó sobre el marqués y le dió tres puñaladas por la espalda.

Las hojas de acero brillaron y se cruzaron gallardamente. Breve fué la lucha: Espronceda, cuya naturaleza estaba aniquilada por su vida de vértigo, cayó en tierra herido de un sablazo. Y así se dió fin a este episodio raro, pintoresco y triste, que era bien digno de la rima.

Han pasado algunos meses desde que mis ojos y mi espíritu contemplaron aquel espectáculo estupendo, y aún, durante la noche, suelo despertarme sobresaltado con la sensación del vértigo, creyéndome despeñado al profundo abismo... De improviso apareció, en una altura, la poética hacienda de Cincha, desde la que se distingue una vista hermosísima.

Palabra del Dia

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