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Pero yo no escuchaba los consejos de don Román, y repasaba las páginas más elocuentes de Chateaubriand, los versos más dulces de Lamartine, y me aprendí de memoria las mejores escenas del «Hernani», en una colección de comedias, traducidas por no quién.

La capona no fué sino la chacona remozada, según se colige por estos versos de Salas Barbadillo en su Entremés del Prado en Madrid y Baile de la Capona: «D.ª JULIA. ¿Puede haber cosa buena si es capona? ROBLEDO. Sólo una que llaman la chacona. D.ª TOMASA. La chacona ¿no es baile muy antiguo? ROBLEDO. Remozóla un capón con gran donaire.

Se curó, se volvió a enamorar, volvió la novia a desdeñarlo, se encerró en su cuarto, se cortó el pelo de raíz y en su soledad forzosa empezó a escribir versos. Tenía veintiséis años cuando se representó su tragedia Cleopatra: en siete años compuso catorce tragedias.

Ni sus versos, ni parte de su correspondencia, ni sus artículos de doctrina y de propaganda, ni sus pensamientos ni su biografía he olvidado; pero cumpliendo con lo principal que él nos enseñó el servicio de Cuba poco se ha podido terminar y solamente ha habido tiempo para este volumen y reunir los homenajes a su memoria que van en el mismo prenda de que aquí, en los lejanos montes de Turingia, donde aun vibran entre pinos seculares las liras de Goethe, Schiller y Wieland, ¡pienso en él y en la patria!

No mucho cuando ahora, a pesar de los esfuerzos que hacía por volver a sentir una reacción de religiosidad.... ¿Si en el fondo no sería ella más que una literata vergonzante, a pesar de no escribir ya versos ni prosa? ¡, , le había quedado el espíritu falso, torcido de la poetisa, que por algo el buen sentido vulgar desprecia!».

Hoy, si a la imaginación le exijen que versos , no se invoca al Helicón: sólo se pide al garçon una taza de café. Y, en vez del estro sincero que al corazón conmovía, se escribe una poesía con una pluma de acero, un chiste y una ironía. Musa que en mi edad pasada me inspiraste cariñosa cantos de amor, ve y reposa. Hoy necesito una espada, ríos de oro y acre prosa.

La afición á la poesía se extendió mucho en este período por todas las clases de la sociedad. La manía de componer versos se hizo epidémica: príncipes y condes, guerreros y hombres de Estado, abogados y médicos, sacerdotes y frailes, se dedicaron á esta tarea, y hasta los jornaleros y campesinos no se quedaron atrás.

Los últimos versos del soneto pueden recordar la Vida de Alejandro, de Plutarco: "Alejandro, teniendo, según parece, por más digno de un rey el dominarse a mismo que vencer a los enemigos, ni tocó a éstas..." No es ésta la única vez que Lope cita reunidos los dos casos: "Si cuentan de Cipión Que volvió por la opinión De aquella hermosa mujer, España le ha de tener; Que en ella todas lo son.

Doña Elvira, que os dió celos, A Ordoño adora ó su estado: Ni la quise en vuestra ofensa Ni deseo, pues os amo. Del contexto de estas palabras, Isabel se cree naturalmente la única favorecida. Pero la Reina tiene la clave para descifrarla, que consiste en leer sólo la primera mitad de los versos y juntarlos.