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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Llorad, llorad en torno de la fosa Del bardo fiel que su mision llenó, Y que las plantas de su Patria hermosa Con versos aromáticos bañó. Llore tambien el mísero mendigo, Y el desvalido en miserable lecho, Cayó sin vida el que con voz de amigo Defendiera su pan y su derecho.

En efecto; pocas horas después buscó el conde a Poldy, la llevó de nuevo a la biblioteca, y con aire de triunfo le mostró los versos ya traducidos. No se qué pensar, dijo a su hermana.

Finalmente, quiero decirte unos versos que se me han venido a la memoria, que los en una comedia moderna, que me parece que hacen al propósito de lo que vamos tratando.

Nos llama la atención, en estos versos, el arte ingenioso, con que unas mismas palabras, sin violencia alguna, sólo con variarlas de lugar, no sólo ofrecen un sentido diverso y muy claro, sino que primero forman dos asonancias distintas y al fin una redondilla.

El éxito del número primero, como era de esperar, fué prodigioso. El artículo de Sinforoso, la sabia disertación de don Jerónimo de la Fuente, las gacetillas y hasta los versos de Periquito, todo fué leído y justamente celebrado. Pero lo que preferentemente llamó la atención de las personas serias y causó en ellas honda impresión, fué el artículo de don Rosendo Nuestros propósitos.

El Padre de los Maestros pues tal era su título honorífico gustaba mucho de los poetas, y hasta hacía versos cuando no estaba preocupado por sus averiguaciones históricas. Todos los escritores de la República alababan sus poesías como obras inimitables, siendo tales elogios el medio más seguro de alcanzar un buen empleo en la Enseñanza pública.

Luego que acabara de leer los malhadados versos, guardó el cartapacio, descolgó de la nariz los anteojos, y envainando la espada, hizo otra profunda reverencia y salió del salón seguido de los suyos. ¡Señores, que es verdad lo que digo! Me ofenden esas muestras de incredulidad de los que me escuchan.

Desde los primeros versos comenzaron a aplaudir catastróficamente. Apolonio, entre bastidores, escuchando el estruendo, se cernía serenamente sobre los aplausos, como Zeus olímpico sobre los truenos. El malicioso Celemín había preparado varios trucos grotescos. Había vestido a los actores de mamarrachos, con percalinas chillonas. Cada vez que salía uno, estallaba un escándalo de risas y palmoteos.

Larra compuso unos versos que le parecían muy buenos, como á todos los principiantes les parecen los suyos, y se los dió á Gallego, á quien le parecieron muy malos, como á todos los maestros les parecen los que lo son. Marianito dijo el maestro, no entiendo lo que usted ha querido decir aquí. Señor D. Juan contestó el aprendiz, lo que yo he querido decir ahí es esto, y esto, y esto.

Y yo veo a este señor de pie, con los ojos alzados, con los brazos extendidos, con la cabeza enhiesta. En este momento el sombrero de jipijapa rueda por el suelo; yo me acerco pasito, lo cojo y lo tengo con las dos manos en tanto que oigo los versos con la boca abierta.

Palabra del Dia

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