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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Recuerdo bien que después de la famosa expedición de Jujuí, nos llegó la noticia del triunfo de la Constitución en las Cabezas de San Juan, y nos volvimos locos de contento. Deseábamos, o que nos trajeran a España, o que nos llevaran allá al bendito Código, y no pudiendo ser ni una cosa ni otra, celebramos con fiestas, bailes, versos y meriendas aquel gran suceso. La alegría era general.

Como cándido joven, me creía un gran héroe por haber realizado el pequeño descenso á los «infiernos», á unos treinta metros de profundidad, y buscaba en mi cabeza algunas rimas para el poeta que se aventura á bajar al fondo de un abismo para sorprender la sonrisa de una ninfa encantada, mientras olvidaba á los verdaderos héroes, que, sin recitar jamás versos por sus frecuentes entrevistas con las divinidades subterráneas, se relacionan con ellas durante días y semanas enteros.

García sintió el estremecimiento del soldado que va a entrar en fuego. El caballero maduro no comprendía por qué se aplaudía aquella obra. Ningún efecto teatral que tuviese novedad, ningún carácter con verdadero relieve; nada más que versos sonoros, es decir, hojarasca.

Quintillas de pie quebrado: «No aumenten, doña María, Mis ansias vuestros enojos, Que en vos salen por los ojos Parando en el alma mía. Versos pareados, el segundo de los cuales es quebrado: «Abre la puerta vejona Cara de mona, Abre hechicera, bruja La que estruja Quantos niños hay de teta, Por alcahueta Once meses azotada Y emplumada, etc

Los grumetes, que aqui y alli cruzaban, De encadenados versos parecian, Puesto que como libres trabajaban. Todas las obras muertas componian O versos sueltos, ó sextinas graves, Que la galera mas gallarda hacian. Enfin con modos blandos y süaves, Viendo Mercurio que yo visto havia El bagel, que es razon, letor, que alabes,

En la comparsa de las señoras había una chica poseedora de bien timbrada voz y de muchísimo donaire para las coplas propias de la ciudad, tan distintas de las rurales, que al paso que en éstas las vocales se alargan como un gemido, en las otras se pronuncian brevemente, produciendo al final de algunos versos una inflexión burlesca: En el medio de la mar Suspiraba una ballenaú Y entre suspiros deciaú Muchachas de Cartagenaú.

Insertábanse también unos versos de Periquito, el hijo de don Pedro Miranda, en que le decía a cierta misteriosa G., que «él era un gusano; ella una estrella»; «él una rama; el árbol ella»; «ella una rosa; la oruga él»; «ella una luz; él una sombra»; «ella la nieve; el fango él, etc., etc

Veía la corte de Valencia con sus poéticos jardines de Ruzafa, donde los poetas cantaban versos melancólicos a la decadencia del moro valenciano, escuchados por las hermosas, ocultas tras los altos rosales. Y después sobrevenía la catástrofe.

Merchán, citando los arrogantes versos de Núñez de Arce, y dirigiéndose á Cuba: «Y si ser grande y respetada quieres, de no más la salvación esperes

Cuando me recitaba Mistral sus versos en aquella hermosa lengua provenzal, latina en más de sus tres cuartas partes, hablada antiguamente por las reinas y que hoy sólo comprenden los frailes, admiraba yo en mi fuero interno a ese hombre.

Palabra del Dia

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