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Su aspiracion prosáica me trae á la memoria en este momento los versos de un poeta español del siglo pasado: Dura resolucion desesperada Labrarse un molde en qué vaciar la vida, Sin que se altere de la estampa nada.

¿Qué fin contestó Poldy, había de proponerse algún compatriota nuestro con ese engaño? Yo no conozco aún los versos, pero doy por seguro que su autor vive en las orillas del Indo o del Ganges, y no en las del Rin o del Danubio. A ver... lee. Ya verás y notarás en los versos cierta inspiración más europea que asiática.

Este señor recuerda Azorín se yergue, entorna los ojos, extiende los brazos y comienza a declamar unos versos con modulación rítmica, con inflexiones dulces que ondulan en arpegios extraños, mezcla de imprecación y de plegaria. Después saca un fino pañuelo de batista, se limpia la frente y sonríe, mientras mi madre mueve suavemente la cabeza y dice: «¡Qué hermoso, Pascual! ¡Qué hermoso

Pueyo era una gran figura en la andante literatura de esta época: él fué el único que creyó en Siles, el que en los cafés solitarios nos hacía leer nuestros versos, después de escuchar un aria de Marina o el raconto de Lohengrin. Entonces se conmovía mucho y confesaba que él también había escrito versos en su juventud.

Decía yo, que a la llegada de las galeras de que era general mi padre, y entre las damas y caballeros que a su llegada habían acudido y ocupaban los estrados en la orilla, dispuestos, estaba mi madre, sin más compañía que la de dos tías, viudas y ya ancianas, que eran los únicos parientes que la quedaban, y tan hermosa, que unos versos que un enamorado suyo, poeta tan desdeñado como los otros que no eran favorecidos de las musas, la compuso, decían: Porque copien un instante los encantos que atesoras, sus puras linfas sonoras impulsa Bétis amante; y las ondas, al pasar, murmuran en su tristeza, recordando la belleza que ya no pueden copiar.

Abajo, la plataforma del escenario, donde se representaban los milacres, piezas dramáticas, cándidas y sencillas como sus versos lemosines, cuyo argumento, girando en torno del mismo punto, trata siempre de las querellas feudales entre Centelles y Vilaraguts, de la conversión de los moros de Granada o de alguna treta de los impíos contra el elocuente apóstol, todo sazonado al final con el necesario milagro del santo y el correspondiente sermón en endecasílabos.

Lo contrario se observa en el Amphitrión, publicado en 1515 por Francisco de Villalobos, médico de Fernando el Católico y de Carlos V, que tradujo en prosa los versos de Plauto, suprimiendo y acortando varias escenas, para imprimir mayor interés á la acción dramática.

Hallose ese papel entre los de mi madre cuando murió, y a con su herencia llegaron esos desdichados versos, que yo no puedo recitar sin que se me llenen de lágrimas los ojos; que si el que esos versos compuso no hubiera nacido o no viviera, ni muriera mi padre, ni mi madre fuera desventurada, ni yo tendría un cruel enemigo de mi reposo.

Los versos del convencional Chenier, adaptados á una música de guerrera gravedad, resonaban en las calles al mismo tiempo que la Marsellesa. La République nous appelle, Sachons vaincre ou sachons périr; Un français doit vivre pour elle, Pour elle un français doit mourir. La movilización empezaba á las doce en punto de la noche.

¿Se ha fijado en mi poema La aurora sonrosada del amor!... ¿Adivina usted en quién pensaba yo al recitar estos versos?