Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de junio de 2025
Y suponiendo que tú tengas razón preguntó Verónica a su amiga, de cuyas palabras parecía estar pendiente, sin duda por la gracia que le hacían , ¿es lícito eso?
Tal vez era el «lado interesante» que, «para una observadora como Verónica, había en las reuniones íntimas de su casa». Del «lado pintoresco» era la principal figura el banquero don Mauricio, con todas sus cosas y con todas sus malas intenciones, en las cuales había leído ella mucho antes de que se las anunciara al oído el gangoso Gonzalo Quiroga.
Se había observado que en los apuros de más angustia, o en los arranques de mayor empuje, don Mauricio buscaba con los ojos a Verónica, como las plantas sombrías se alargan hacia el sol que necesitan; y en topando con ella, parecía decirla en el primer caso: «¿Peero ve usted qué teema el de este chico?» Y en el segundo: «Me paarece que ésta no tiene vuueelta. ¿No piensa usted lo miismo?».
Le han obligado a volvernos la espalda. Iré a hablar con él. CLEOPATRA. ¡Esperad! ¡Verónica! No se os escapará vuestro chiquillo. Hay que tomar una resolución. PROSERPINA. Por mi parte, es igual que tengamos unos maridos u otros. Allá se van todos. Estoy segura de que lo primero que se me pedirá es una buena cena.
Antonio, loco de entusiasmo, le arrojó el sombrero á los pies, gritando: ¿Dónde has nacido, Paca? ¡Qué ocurrencia! respondió riendo En la calle de la Verónica. ¡Falso! Tú has nacido en la alcoba en que durmió María Santísima cuando pasó por Sanlúcar. Paca volvió á cantar respondiendo al requiebro: «¡Qué desgraciada nací, que en la pila del bautismo faltó la sal para mí!»
VERÓNICA. ¡Oh, qué bestia eres! ¿Acaso no ves? ¿Acaso no me reconoces? ¡Oh, querido mío! Hace treinta años que te espero. ¡Aduéñate! PABLO EMILIO. ¿De qué? VERÓNICA. ¡Pues de mí! ¡Soy tuya! ¡Dios mío, qué bestia eres! PABLO EMILIO. ¡Pero ésta no es ella! VERÓNICA. Sí, soy ella. PABLO EMILIO. ¡Ca! VERÓNICA.¡Sí! PABLO EMILIO. ¿Vos? ¿Vos sois la que?...
La primera vez que se habló allí de impresiones y aventuras del reciente veraneo, tuvo Verónica la curiosidad de preguntar en crudo al banquero que cómo le habían sentado las aguas de Interlacken para su dolencia, «cogida de repente en lo alto de la calle de Alcalá». El hombre se puso verde y amarillo con la pregunta; y ya se tiraba de la patilla para sacar la respuesta, cuando Leticia acabó de atolondrarle afirmando muy seria que los aires de Spá le habían sentado mucho mejor que aquellas aguas.
Bautizáronla con un poco de fausto, por el qué dirán, pero a regañadientes; pusiéronla, como un castigo, el nombre de Verónica, entre el barón de Castañares y la condesa viuda de Picos Pardos, que fueron sus padrinos de mala gana; y por esto, y por el nombre, y por el chasco y por todo lo imaginable, la fábrica de epigramas funcionó sin descanso y la pusieron el aún mal desengrasado pellejito lo mismo que si la inocente criatura hubiera sido causa voluntaria de aquellas caritativas expansiones del ingenió maleante de los aristocráticos amigos de su casa.
No tuvo Verónica motivos para dolerse de la resolución tomada por su amiga, pues su compañía y su serenidad la sirvieron de mucho en el verdaderamente «grave suceso» que aconteció en breve, seguido de otro tan grave como él.
Le quería para Verónica, con el piadoso fin de que no tuviera ésta marido más lucido que ella; y se miraba mucho en el capítulo de las zumbas a la interesada, porque, hasta la fecha, era el caso de la generala harto más mordible que el de su amiga.
Palabra del Dia
Otros Mirando