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La ventera y su hija no vieron a otro más desocupado para poder socorrerle que a don Quijote, a quien la hija de la ventera dijo: -Socorra vuestra merced, señor caballero, por la virtud que Dios le dio, a mi pobre padre, que dos malos hombres le están moliendo como a cibera.

Con esto, dio de buena gana la cola a la ventera el barbero, y asimismo le volvieron todos los adherentes que había prestado para la libertad de don Quijote. Espantáronse todos los de la venta de la hermosura de Dorotea, y aun del buen talle del zagal Cardenio.

La ventera se negó redondamente á recibir un solo sueldo de Roger por su hospedaje, y el arquero y Tristán lo sentaron á la mesa entre ambos, invitándole á compartir su abundante almuerzo. No me sorprendería saber, dijo Simón, que también sabes leer pergaminos, cuando tan listo eres con pinceles y colores.

Al romper el alba estaba ya la buena ventera atizando el fuego en la cocina, malhumorada con la pérdida de los doce sueldos que le debía el estudiante de Exeter, quien aprovechando las últimas sombras de la noche había tomado su hatillo y salido calladamente de la hospitalaria casa.

Y la ventera decía en voz y en grito: -En mal punto y en hora menguada entró en mi casa este caballero andante, que nunca mis ojos le hubieran visto, que tan caro me cuesta. Y ahora, por su respeto, vino estotro señor y me llevó mi cola, y hámela vuelto con más de dos cuartillos de daño, toda pelada, que no puede servir para lo que la quiere mi marido.

En esta maldita cama se acostó don Quijote, y luego la ventera y su hija le emplastaron de arriba abajo, alumbrándoles Maritornes, que así se llamaba la asturiana; y, como al bizmalle viese la ventera tan acardenalado a partes a don Quijote, dijo que aquello más parecían golpes que caída. -No fueron golpes -dijo Sancho-, sino que la peña tenía muchos picos y tropezones.

Dios os guarde, camaradas. ¡Una mujer, por vida mía! dijo al ver á la tía Rojana, que en aquel momento pasaba junto á él con un par de jarros rebosantes de cerveza. ¡Salud, prenda! y rodeando con su brazo el talle de la ventera, estampó dos sonoros besos en sus mejillas. ¡Ah, c'est l'amour, madame, c'est l'amour! tarareó.

Figuraos, continuó la indignada ventera dirigiéndose á Roger, que Ferrus me ofreció esta mañana pintarme una enseña con un pájaro verde, nombre que ha llevado por luengos años esta honrada venta, á condición de darle todo el vino que quisiese durante su trabajo; ¡y ved aquí lo que ese farsante ha pintado y quiere que cuelgue yo á la puerta de mi casa!

La princesa se la dio de buen talante, y él luego, embrazando su adarga y poniendo mano a su espada, acudió a la puerta de la venta, adonde aún todavía traían los dos huéspedes a mal traer al ventero; pero, así como llegó, embazó y se estuvo quedo, aunque Maritornes y la ventera le decían que en qué se detenía, que socorriese a su señor y marido.

Y sin más detenerse saltaron delante de las mulas y se fueron con ellos, dejando al arriero agraviado y enojado, y a la ventera admirada de la buena crianza de los picaros: que les había estado oyendo su plática, sin que ellos advirtiesen en ello; y cuando dijo al arriero que les había oído decir que los naipes que traían eran falsos, se pelaba las barbas, y quisiera ir a la venta tras ellos a cobrar su hacienda, porque decía que era grandísima afrenta y caso de menos valer que dos muchachos hubiesen engañado a un hombrazo tan grande como él.