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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Calló unos momentos para secar nuevas lágrimas que inflamaban sus ojos y enronquecían su voz. Se presentó en París cuando yo menos lo esperaba. Había muerto el amigo venerable encargado de su educación allá en América. Vi á un hombre, á un verdadero hombre, y eso que aún no había cumplido diez y seis años.

Aquella ventana donde se asomaba segun nos refiere el mismo santo la venerable abadesa Isabel en el monasterio Tabanense para avisar la llegada de nuevos huéspedes ó peregrinos, podria ser quizás un ajimez con su esbelta columnilla de jaspe y sus dos arcos á la manera sarracena, puesto que consta por las muchas reminiscencias arábigas con que los religiosos prófugos de Córdoba matizaron y embellecieron la severa arquitectura de Asturias y Leon, que no repugnaban los ejemplares monges mozárabes, racionales en todo, las novedades que con ventaja para el arte y sin significacion alguna moral habian introducido sus dominadores.

Al terminar el venerable orador se levantó Rafael, pálido, tirando de los puños de la camisa, dejando pasar algunos minutos para que se calmara la agitación de la Cámara, ansiosa de expansionarse, de murmurar después del largo recogimiento a que la había obligado la palabra tenue y concisa del anciano. Si a Rafael le había de animar la benevolencia del auditorio, buen principio tenía.

También el venerable orador a quien iba a contestar, por ser original en todo, hablaba con esta concisión: cada período encerraba tres o cuatro ideas.

Mi madre tiene en compañía un sacerdote; llámase este venerable abate Chauveau y es hombre de mucho mérito. Esta mañana nos ha dicho misa. En el templo había un bautizo y esto me ha recordado a mis pobres hijos: los bautizos me enternecen siempre. He visitado hoy a una pobre mujer recién parida, enferma y sin recursos.

Era este un venerable siervo de Dios, diserto y suave en sus coloquios, notable teólogo dogmático y severo moralista, cuyos consejos y advertencias valieron mucho a Rafaela, aunque a menudo, y muy a pesar suyo, no los seguía: culpa acaso del irresistible ímpetu de su apasionado carácter.

Para esto suele el Mapono más venerable coger en brazos al aprendiz, ponerle á mirar á la luna cuando está llena, estirarle los dedos mandándole que se deje crecer las uñas, llevarle por los aires y ponerle en el seno de la diosa Quipoci; vuelve el miserable de aquellos éxtasis afligido y desmayado, de suerte que apenas, después de muchos días, recobra sus fuerzas.

La señora de Laroque cayó en un abismo de reflexiones, en cuyo fondo, es probable hallara la sombra venerable del padre Hivart; después alzando ligeramente los hombros, fijó su mirada en , luego sobre las piezas de oro, una vez más sobre , y apareció perpleja.

La condesa entró en una cámara solitaria y llamó. Presentósela inmediatamente una venerable dueña. ¿Qué me manda vuecencia? dijo aquella ruina con tocas. Decid á doña Clara Soldevilla que venga. Doña Clara no está en el cuarto de las Meninas, señora dijo la dueña. ¿No está acaso de servicio? No, señora; está en su cuarto enferma.

La venerable tienda de tirador de oro que desde inmemorial tiempo estuvo en los soportales de Platerías, entre las calles de la Caza y San Felipe Neri, desapareció, si no estoy equivocado, en los primeros días de la revolución del 68.

Palabra del Dia

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