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Actualizado: 21 de junio de 2025
A mí me yaman Sebastián Venegas, eso es; y tú, Juaniyo, te yamas Gallardo; y usté, don José, tié su apellido, y cada cual er suyo, no siendo iguales mas que los de los parientes.
¿Cuál? preguntarían en coro con Ricardo, Venegas y Ocaña. ¡Gran noticia! Asómbrense: ¡Rodolfo a caballo! Yo lo he visto; lo hemos visto nosotros.... ¿Y qué tal? Mala facha y mala ficha. Muy vestido de charro, tamaño sombrerote, y al cinto una pistola que parece un cañón.
Los edificios públicos, esto es, el Palacio municipal, la Aduana, el Juzgado, la Escuela y el Hospital «Pancracio de la Vega» amanecieron muy adornados con banderas de papel y festones de «rama de tinaja», y así la casa del Alcalde, la de Venegas y la de Jurado. La procesión cívica, o, como dicen en Villaverde, el «paseo», salió muy «rascuacho» y ratonero.
Iban en ella los individuos del Ayuntamiento y de la Junta, los empleados, el comandante de la policía, diez o doce gendarmes, y los chicos de la Escuela. Estos llevaban sendas banderitas de papel de China. Cerca de don Basilio marchaban los oradores: Jurado y Venegas.
Me voy; no he rezado el oficio, y es la horita del chocolate. ¿Ustedes gustan? El exclaustrado se iba; Sarmiento se componía la chistera y tomaba el portante, y Venegas se marchaba diciendo pestes de frailes y retrógrados.
Luque, rodeada de cerros entre el Marbella y el Salado, con su castillo árabe de dos torreones y el antiguo palacio de sus señores, nos habla todavía de los Venegas y Mendozas, ilustres en Antequera, en Huescar, en las márgenes del Darro y del Gareilano.
Si tú, a quien yo inicié en las grandes bellezas de la literatura clásica, gustas de las novedades esas, ¿qué harán los discípulos de Venegas y Ocaña? ¡Así anda todo! ¡Así andan las letras patrias!... ¡Por eso ya no hay Carpios ni Pesados!
Las tres señoras de Porreño y Venegas vivían en una humilde casa de la calle de Belén: esta casa constaba de dos pisos altos, y aunque vieja no tenía mal aspecto, gracias á una reciente revocación. No había en la puerta escudo alguno, ni empresa heráldica, ni portero con galones en el zaguán, ni en el patio cuadra de alazanes, ni cochera con carroza nacarada, ni ostentosa litera.
Mientras don Procopio jugaba adentro con sus cofrades, afuera, delante del mostrador, en presencia de los compradores, se enredaban pláticas que frecuentemente se convertían en disputa. Venegas se complacía en atacar al caído Imperio; Sarmiento le defendía acalorado y lleno de brío. El republicano se ensañaba contra el Catolicismo; el médico decía pestes del partido liberal.
No, amigo; no hay que pretender eso que usted quiere. Nada de identificar la cuestión política con la cuestión religiosa. En seguida cerraba contra Venegas. Era de oirle cuando, en un estilo conciso, breve, incisivo, ponía en la picota los dislates del pedagogo que nada sabía a derechas y todo se volvía palabras sonoras y retumbantes.
Palabra del Dia
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