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Actualizado: 1 de junio de 2025
¡Qué no! mire usted aquel tipo que está allí, aquel narigón. Ha sido vendedor de trapos toda su vida; se dio importancia, se hizo amigo de algunos diplomáticos, y al poco tiempo la mujer le puso un moño en la boutonniére y ahí lo tienen ustedes. ¡Vean con qué garbo muestra su escarapela! Y cómo goza Montifiori con esas cosas... ¿eh?
Me acostaré con los autores, con los principales intérpretes, con el administrador, con el apuntador, con los tramoyistas y hasta con el amante de la señora directora; me acostaré con el comanditario, con el vendedor de programas, con el consejero municipal del barrio, con el diputado del distrito y, si es preciso, con el ministro.
Imposible parece que una ciudad tan ideal, tan fantástica, tan exquisitamente poética, haga ricos de tal manera á los vendedores de salchichas y de lenguas de vaca; aunque este vendedor de lenguas de vaca, y aquella vendedora de salchichas, no son vendedores de cualquier modo: son artistas tambien. Séanlo ó no, yo me guardaria muy bien de tomar esta circunstancia en desdoro del pueblo francés.
Mostró el vendedor su asno, tal, que le hinchó el ojo al Asturiano, y de todos los que allí estaban fué alabado el asno de fuerte, de caminador y comedor sobremanera. Hicieron su concierto, y sin otra seguridad ni información, siendo corredores y medianeros los demás aguadores, dió diez y seis ducados por el asno, con todos los adherentes del oficio. Hizo la paga real en escudos de oro.
Y la gente se detenía por la parte de afuera del cristal, para ver la graciosa escultura de barro amarillo representando un vendedor de periódicos y cerillas.
Se abrió la puerta y entró un viejo mendigo envuelto en una anguarina parda, con una de las mangas atadas y convertida en bolsillo. Dantchari el Estudiante le conocía y dijo que era un vendedor de canciones a quien tenían por loco, porque cantaba y bailaba recitándolas. Se sentó Ipintza, el Loco, a la mesa y le dió el posadero las sobras de la cena.
Los zainos batieron con sus cascos como el redoble de una diana al romper la marcha, que se hizo en seguida uniforme y firme, cual si la regulase el repiquetear del cascabel colgante en la punta niquelada de la lanza; pero a poco andar la victoria se detuvo por orden de Melchor, que con un pie en el estribo y medio cuerpo afuera llamó a un vendedor de diarios que descendía de un tranvía: Dame Nación y Prensa...
Mirando vagamente, ya aquí, ya allí, siente de pronto que alguno le tira de la capa: se vuelve, y observa un vendedor de naranjas que, inclinándose hacia él entre dos espectadores, le dice al oído que aquella dama que golpea con el abanico las rodillas, ha tenido un verdadero placer en ser testigo de su valor en la disputa sostenida antes, y que hará bien en comprarle por su amor una docena de naranjas.
Y por entre medio de esta invasión rústica, pasaba la gente de la ciudad; los burguesillos de arregladas costumbres con una capa vieja y un enorme capazo, en el que metían las provisiones, después de regatearlas tenazmente; las señoritas que veían en el mercado de los miércoles algo extraordinario que alegraba la monotonía de su existencia; los desocupados que pasaban horas enteras de pie, junto al puesto de un vendedor amigo, curioseando lo que cada cual llevaba en su cesta, murmurando de la avaricia de unos y de la generosidad de otros.
En Navachescas hay otro ladrón que lleva muertos dos dañadores, y, según dicen, tiene ganas de verme delante de su escopeta. Isidro y el vendedor de periódicos cruzaban una mirada de inteligencia. Era cosa convenida: lo dejarían para más adelante.
Palabra del Dia
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