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El torrero tenía muy poco sueldo para alimentar nueve hijos, y los dos mayores trabajaban en el pueblo como aprendices. Urbistondo pescaba desde el faro con un aparejo que le habían regalado, y vendía su pesca; la Quenoveva también era pescadora; iba con alguno de sus hermanos, en lancha, a coger calamares.

Anda algo roío contestaba el señor Manolo ; hay tormenta en la atmósfera metálica: la gente tiene pocas ganas de papel. Cuando vendía un periódico nuevo, decía con énfasis: Hoy he tenido un éxito extramuros. Los redactores debían votarme un mensaje de gracias, a pesar de que no me llamaron para darme voz y voto.

¿Y sin amor vivíais cuando esos versos compusisteis? pues o no me amáis como decís, o me amáis desde muy poco tiempo, que ha ocho días se vendía el papel nuevo, y versos vuestros había en él.

Suprimía comidas, prolongaba el uso de unas botas rotas, para adquirir un libro recién llegado de París. La biblioteca formada al amparo de su protectora iba achicándose lentamente al través de las innumerables combinaciones del cambalacheo. Vendía unas obras para adquirir otras. Todos los libreros de lance conocían a Maltrana por sus trueques; el joven reía ante el resultado de sus cambios.

Pasó, pues, el hallarla en esta manera: Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.

Pero lo más notable era la cara que ponía Julia cuando se separaba de Juan. De fijo que no se divirtieron tanto con el inmortal Manchego las doncellas de los Duques, ni la propia Lozana con los clérigos a quienes se vendía por nueva, como ella gozaba en contribuir al rendimiento del Tenorio decadente.

Aconsejaron los médicos aires del campo y del mar para la niña y el aya escribió a don Carlos que un su amigo, Iriarte, el que le había recomendado a doña Camila, vendía en una provincia del Norte, limítrofe de Vetusta, una casa de campo en un pueblecillo pintoresco, puerto de mar y saludable a todos los vientos.

Ella respondió con desdén que aquello no se vendía. Pero, a todo esto, prima, ¿qué dices del misterio con que han procedido en este asunto? ¿De qué misterio se trata? preguntó el barón, que había llegado durante esta conversación. De esa brillante salida a las tablas respondió Arias que ha venido a reventar de pronto, como una bomba, cuando menos se pensaba.

Pasábamos por las plazas donde se vendían pan y otras provisiones. Yo pensaba, y aun deseaba, que allí me quería cargar de lo que se vendía, porque esta era propia hora, cuando se suele proveer de lo necesario; mas muy a tendido paso pasaba por estas cosas. "Por ventura no lo ve aquí a su contento, decía: yo, y querrá que lo compremos en otro cabo," Desta manera anduvimos hasta que dio las once.

Y al mismo tiempo que estas noticias inquietantes para su porvenir, llegaban otras que le herían en sus mejores recuerdos. Una gran dama de la corte, con la que había tenido unos amores de grata memoria, vendía ahora periódicos en las calles; otra muy elegante, que lanzaba las modas en Petersburgo, barría la nieve y había perdido varios dedos por el frío.