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Actualizado: 19 de julio de 2025
Pero la vejez no había de desmentirse, y un día de Diciembre del 69 fue notada la falta del grande hombre en los círculos a donde solía ir. Pronto corrió la voz de que estaba malo, y cuantos le conocían sintieron vivísimo interés por él.
Hasta con el capitán se atrevía; con el viejo amigo de Pepe, á quien siempre hablaba éste con fraternal atención. ¡Porra! ¡A la vejez, después de una vida de noble é independiente trabajo, ser criado de aquel cachorro de Deusto!... Antes se retiraría, abandonando á Pepe, el cual, bien mirado, ya no era el Pepe que él conoció.
El cura, que me daba todos estos informes, me decía: No conocí a mi virtuosa madre; pero tengo la ilusión de que debió parecerse a esta señora en el carácter, y de que si hubiera vivido habría tenido la misma serena y santa vejez que me hace ver en derredor de esa cabeza venerable una especie de aureola.
Porque, vean ustedes lo que es terrible en la vejez: cada año atrofia un nervio más en nosotros; y, cuando estamos por llegar a los cincuenta años, el trabajo y el reposo nos son igualmente mortíferos. Entonces estaban de moda las corbatas de color punzó; yo usaba, por lo tanto, una corbata punzó; usaba también zapatos puntiagudos, e hice poner forros de seda a mis trajes.
Pero en lo esencial no se saldrá es de esperar de lo entrevisto por el señor Menéndez y Pelayo, quien viene a afirmar que en las comedias de la juventud de Lope predomina el carácter lírico y hay gran complicación de argumentos e incidentes, mientras que en las obras de la vejez simplifícase el asunto y el tono épico se sobrepone al lírico.
Sin embargo, para aquellos que gustan tanto más de la fisonomía humana cuanto mejor se lee en ella la experiencia de la vida, la belleza de Nancy ofrece un interés mayor. A menudo el alma llega al completo desarrollo de su bondad cuando la vejez la ha recubierto con una fea envoltura; es por esto que la mirada no basta para adivinar la excelencia de un justo.
«Y la juventud huía, como aquellas nubecillas de plata rizada que pasaban con alas rápidas delante de la luna... ahora estaban plateadas, pero corrían, volaban, se alejaban de aquel baño de luz argentina y caían en las tinieblas que eran la vejez, la vejez triste, sin esperanzas de amor.
Vió que no podría dudar entre su dolor y el de Mauricio. Estimó que no era justo aceptar el sufrimiento de aquella juventud como precio de la quietud de su vejez. No había igualdad entre la vida del uno, en su aurora, y la del otro, en su ocaso.
Con la desaparición de sus elegancias cesaron igualmente los cuidados de tocador, y el gris discreto de un teñido prudente ha dejado paso al blanco de una franca vejez. Don Marcos señala la plaza hacia la que se dirigen los dos. ¡Si hubiese visto Su Alteza esto la noche del armisticio! La noticia del triunfo hacía correr á todas las gentes.
Pero teniendo en cuenta tus virtudes, cierro mis ojos a aquella disparatada ostentación y espero que tú me correspondas, volviendo a tu modestia y no poniéndome en el caso de hacer una justiciada. De este modo nuestros hijos tendrán pan que llevar a la boca y zapatos con que calzarse, y yo podré esperar tranquilo la vejez».
Palabra del Dia
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