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Actualizado: 22 de julio de 2025
Su vida era a modo de una larga cinta de billetes de tranvía, de la que se arrancaba uno cada veinticuatro horas. No tardó en cansarse de contemplar a la muchacha, y la hubiera olvidado sin dificultad; pero se hallaba frente a él, y no podía menos de mirarla de vez en cuando. «Ha venido hace muy poco de la provincia pensaba severamente . ¿A qué diablos vienen aquí?
No había alumbrado; pero el reflejo de la nieve que cubría las calles hacía la noche muy clara, aunque el cielo estaba muy oscuro. Salía yo de una de esas casas... Pero antes de que os diga la casa de donde salía, debo deciros quién soy yo. Soy un hombre ni feo ni hermoso, que acabo de cumplir treinta y seis años, y que en la época en que pongo la fecha de mis memorias tenía veinticuatro.
Dentro de las veinticuatro horas siguientes, las Hijas de la Salve supieron que el más moderno de sus capellanes se había marchado sin despedirse de nadie, haciendo antes renuncia de la plaza que desempeñaba. Doña Manuela y Leocadia fueron las últimas en enterarse de lo ocurrido.
Como todos los hombres mediterráneos, no bajaba á tierra sin llevar el aguijón oculto en el talle, y había pinchado para abrirse paso. «¡Qué tiempos!», pensaba el Tritón, con más nostalgia que remordimiento. Y añadía como excusa: «¡Ay, entonces tenía yo veinticuatro años!»
Así se perdió en la sombra, con la precipitación de la fuga y la insolencia de una venganza próxima, el último trasatlántico alemán que tocó en las costas francesas. Esto había sido en la noche anterior. Aún no iban transcurridas veinticuatro horas, pero Desnoyers lo consideraba como un suceso lejano de vagorosa realidad.
Á partir del equinoccio de Libra, por ejemplo, el polo austral de la Tierra ve alzarse al Sol sobre su horizonte, efectuar cada veinticuatro horas una vuelta entera sin ponerse, y, elevándose siempre, alcanzar al cabo de tres meses su mayor altura, en la época del solsticio de Capricornio.
Había dirigido en las últimas veinticuatro horas dos memoriales al Consejo que gobernaba la ciudad pidiendo que le facilitase una orden de movilización para reunir á todos los barberos y hacerles trabajar en el servicio de la patria. Pensaba dividirlos en varias secciones que diariamente cuidasen de la limpieza del rostro del Gentleman-Montaña, así como de la corta del bosque de sus cabellos.
Gonzalo de Illescas, hablando en su Historia Pontifical de la espulsion ordenada por los Reyes Católicos, dice: «Con esta santa y rigorosa ley salieron de Castilla pasadas de veinticuatro mil familias y casas de judíos. Vendieron todo lo que tenian; y si pasaban la mar pagaban dos ducados al rey por cabeza. Fuéronse muchos de ellos á Portugal, de donde después acá tambien los han echado.
Cuando las lágrimas de la burlada comenzaron a agriarle la victoria, Enrique faltó a dos o tres citas. Soledad mandó en su busca a la doncella y ésta volvió diciendo que se había marchado, vendiendo en veinticuatro horas cuanto tenía y sin decir a nadie dónde iba.
Como él tiene instrucción y yo... algo entiendo de ciertas cosas, discutimos sobre la cuestión A o la cuestión B. Yo le aprieto de firme y él se defiende con retóricas... Vamos, vamos a concluir esto dijo Melchor con impaciencia . Tenemos que de los veinticuatro mil billetes quedan sin vender y a beneficio de la Administración seis mil quinientos...».
Palabra del Dia
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