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Gonzalo de Ulloa y Sandoval. Manuel de Vargas. Francisco de Victoria. Francisco de Villegas. Melchor de Valdés Valdivieso. Fernando de Vera y Mendoza.

¿En casa?... Jesús, hijito mío, y ¿qué te vas a hacer allí solo?... ¿Y si te da algo?... No, por Dios; ve con Leopoldina y vuélvete despacito. El duque de Bringas entró en el palco, y a poco llegó el tío Frasquito acompañando a su sobrina Valdivieso, que rebosaba, como siempre, entusiasmo y necedad, chismes y enredos.

Y con ansia febril repasaba en su interior los nombres de todas las píldoras conocidas y hacía esfuerzos inauditos para grabar en la memoria la calle de Rebollo y el número 68. ¿Chismes? exclamó fuera de la Valdivieso . ¿Y también es chisme lo del viaje... con el ayuda de cámara, por supuesto?...

Mas la Valdivieso, riendo como una loca, le dijo: Pero, mujer, no seas tonta, póntelos... Lo tomarán por una originalidad, y mañana tienes ya la moda en planta. ¡Pues es verdad! exclamó encantada Currita.

Pasaba esta escena en el comedor, donde los dos esposos almorzaban en compañía de María Valdivieso, Celestino Reguera y Gorito Sardona, cuya flamante corbata azul indicaba ser aquel día el mico de guardia.

Así era, en efecto: tan penetrada estaba esta de su superioridad que ni por un momento dudó de ser elegida, y pareciéndole que tras del baile había de venir la presidencia, de manera tan lógica y fatal como tras de la noche viene el día, había ya comunicado varias órdenes al tío Frasquito, gran maestre de los micos de su guardia, y confiado a María Valdivieso aquella misma tarde, en el camino, varios de los mil regocijos caritativos que a beneficio de los heridos del Norte proyectaba, y sobre todo, una kermesse famosísima que había de producir millones y millones.

El duque de Bringas estaba muy enfadado porque no le llenaba la partitura; aquello no era sino una ópera cómica francesa, convertida en ópera italiana; en cuanto a la Ortolani, ¡pchs!... no vocalizaba mal, pero ¡estaba tan flaca!... ¡Como si tuviera que cantar con los mofletes! exclamó María Valdivieso con muy buen sentido.

Hállanse otros autos de Valdivieso en la colección siguiente: Navidad y Corpus Christi, festejados por los mejores ingenios de España: Madrid, 1644. Este volumen, además de algunos entremeses de Luis de Benavente, y de loas de diversos autores, contiene los siguientes autos: El divino Jasón, auto sacramental, de D. Pedro Calderón.

María Valdivieso se quedó muy edificada, y las dos primas salieron, cogiendo Currita, distraída con la conversación, un guante blanco y otro negro. Echó de ver su error al ir a ponérselos, ya cerca del teatro, y quiso volver a su casa para cambiarlos.

Currita se vistió en breve tiempo, y mientras tanto dábale conversación la Valdivieso, ponderándole la voz y la hermosura de Miss Jesup y lo bien que había estado Stagno la noche anterior en Un ballo in maschera, sobre todo en el aria final, cuando lo asesinaban. Paco Vélez se lo había dicho. Oye, y a propósito de muertos... ¿Te contestó ya la madre de Velarde?