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Actualizado: 17 de junio de 2025
Un compañero nuestro, el académico correspondiente D. Gumersindo Laverde, pronto, por dicha, llenará este vacío. Sé que reúne noticias con diligencia, y que escribe sobre el asunto.
La hermosa, que tenía los ojos clavados en el vacío, volvió la cabeza hacia su adorador, le miró unos instantes con expresión vaga, distraída, como si no le viese. Levantose de pronto y se alejó sin decir palabra para sentarse enfrente. El indiano quedó con la misma sonrisa estereotipada en el rostro; la mueca petrificada de un sátiro.
Por la mañana alimentaban mi vida dos corazones, y por la tarde sólo me quedaba uno para llorar y gemir. Mi desesperación llegó a ser mayor por encontrarme en París solo. La que hubiera podido tomar una parte casi igual en mi dolor mezclando sus lágrimas con las mías no se encontraba conmigo. ¡Yo solo en el vacío! Sin esposa, sin hijos y sin madre.
A fuerza de tiempo, acostumbrados los ojos a la obscuridad, podían distinguirse los unos a los otros. El que entraba, iba despacio por el pasillo de las butacas para no tropezar, palpando los cráneos de los que las ocupaban, por ver si había alguna vacante. Aquí no, don Rufo. ¿No hay asiento? preguntaba sonriendo al vacío como los ciegos. No; suba usted arriba, a los palcos.
Y cien cadalsos ven en el vacío levantando sus moles altaneras, y ven el hacha y el ecúleo impío, y los potros, los hierros, las hogueras, y escuchan de los circos el gentío, mezclando su rugir al de las fieras; más al ver los aprestos del combate su noble corazón con fuego late.
¡Son habanas; éstas se lavan y pa mí: u sin lavarlas! dijo sonriendo Pachín. Entonces pa tí, pa mezclar. ¿Y tú, que has pescao? Mira. El Guarro vació entonces todo el contenido del talego, y sobre las losas de la acera quedaron desparramados cien objetos imposibles de definir.
Allí estaba ella, con mucha devoción, aguantando a pie quieto las miradas y suponiendo los comentarios internos que acompañaban a estas; la condesa de Murguía, señora muy severa, que había comido muchos viernes en casa de Currita y disfrutado no pocas veces de su palco en el teatro, hallábase a su lado... Alarmóla esta proximidad, volvió la cara angustiada, y apretando cuanto pudo a las otras señoras que ocupaban el banco, apresuróse a dejar entre ella y la escandalosa un gran espacio vacío.
Visitación también iba de tarde en tarde, la Marquesa casi nunca, y así de todos los amigos y amigas; el Magistral y sólo el Magistral. Aquel buen señor «hacía el vacío» en derredor de la Regenta. Ella estaba contenta, no parecía echar de menos a nadie; pero él, don Víctor, no era de la misma opinión; quería trato, conversación, amena compañía.
Se abrió la gran puerta de la cerca vieja, y los caballos arrancaron chispas del piso empedrado de la quintana vieja, despertando con el ruido resonancias en el silencio del palación cerrado y vacío.
El ruido era atronador; la nota grave y solemne de que he hablado antes, había desaparecido en las vibraciones de un alarido salvaje y profundo, el quejido de las aguas atormentadas, el chocar violento contra las peñas y el grito de angustia al abandonar el álveo y precipitarse en el vacío.
Palabra del Dia
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