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Actualizado: 10 de junio de 2025


TURRÓN DE CAPUCHINA. Se baten mucho seis claras y una yema; en una lata larga y estrecha, moldeada y untada de mantequilla, se echa y cuece al horno suave; se pone por encima almíbar, que se habrá hecho con media libra de azúcar; se pincha por todo para que el almíbar se introduzca; se vuelve al horno, y sin prensar se tiene en el molde un día.

Caso tan lastimoso, sin embargo, rara vez ocurre, y, por consiguiente, la muchedumbre se paseaba tranquila en medio de aquel feroz tiroteo. Había, por último, en la feria nocturna siete u ocho mesillas de turrón, y hasta tres confiterías, donde lo que con más abundancia se despachaba eran las yemas, los roscos de huevo y las batatas confitadas.

Pues qué, ¿no tengo yo sobrinos, hijos y ahijados a quienes dar turrón? ¿Una gran cruz, no me vendría que ni de molde? ¿El tratamiento de excelencia se me despegaría? En vez de pagar mucho, como pago ahora, y de no recibir nada, como no recibo, ¿no me sentaría divinamente pagar menos, y recibir con usura lo pagado y más de lo pagado?

Y luego, cuando entraban en la casa, ella con la bolsa vacía, él doblado bajo el grato peso de la cesta, ¿quién no se conmovería viéndole sacar todo con amor para enseñarlo a las chicas, y poner cada cacho de turrón ordenadamente sobre la mesa, diciendo a qué clase pertenecía cada uno, y regañando si algún ignorante confundía el de yema con el de nieve?

TURRÓN DE YEMA. Se pela y muele un kilo de almendras; se mezcla bien con otro de azúcar, se baten muy poco doce yemas de huevo, y se trabaja mucho todo junto, hasta que quede como una pasta. Si se abre algo, se pone clara de huevo sin batir, trabajándola mucho, se colocan obleas en una caja, se llena de pasta, y se tiene en prensa dos o tres días.

Con pocos de éstos pudiera Conducir una galera Á la China, desde aquí, Don Fadrique de Toledo. Pido mano, doy turrón. 1650 DO

Mariano, loco, bruto y salvaje gritó ella, despertando otra vez en su letargo de pena y despecho . Si te oigo hablar así otra vez... No dije nada, nada... Dame turrón».

No deja de ser curioso, y triste al mismo tiempo, observar cuán pronto se inficiona con esta enfermedad un pobre diablo, por poco que haya probado el turrón de un destinillo.

Pero en fin, allá te la Dios, y si pescas el turrón, hijo, buen provecho, y escribe en llegando, y no parezcas más por aquí, egoistón, tragaldabas... Pues digo, el otro, el Juanito Pablo, desde que tiene empleo no pone los pies en casa. ¡Si comparado con sus hermanos, Maximiliano es un ángel de Dios y un talentazo...! Voy a lo que me decía Nicolás esta mañana... Que D. Evaristo es un cristiano rancio, y que cuando le administraron, recibió al Señor con una edificación y una santidad tan grandes, que todos los concurrentes al acto lloraban a moco y baba.

Dispararías cuando fuera menester... No, no, siempre... Al que me hiciera algo, ¡zas!...». A esto llegaban cuando volvió la criada trayendo un plato con varios pedazos de turrón, de parte de la señorita Emilia y del señorito Miquis.

Palabra del Dia

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