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Actualizado: 10 de junio de 2025
Desde que Celinina cayó enferma, sintió el afán de las poéticas fiestas que más alegran á los niños: las fiestas de Navidad. Ya se sabe con cuánta ansia desean la llegada de estos risueños días, y cómo les trastorna el febril anhelo de los regalitos, de los nacimientos, y las esperanzas del mucho comer y del atracarse de pavo, mazapan, peladillas y turrón.
Quitaremos la mesa dijo doña Manuela, y comenzó por guardar para don José lo poco que quedara de la perada y del turrón. ¿Quiere Vd. que le acostemos entre ese y yo? preguntó Millán al enfermo. Van a dar las doce; en vilo le llevaremos a Vd. a la cama.
Olimpia me sacaría los ojos si supiera las cosas que le digo a su novio; pero que se fastidie. Ya le he conocido siete osos, y lo que es a este no le pesca tampoco. Yo le he tomado bajo mi protección, y le he de salvar. ¡Buen turrón le caía si se casara...!». ¡Qué risa con usted! ¡Pobre Ponce! Ya le decía yo que era un buen chico, y usted empeñado en darle la morcilla. ¡Ah!, de buena escapó.
Dos mujeres, madre e hija, hablaban así, acabando de poner la mesa: ¿Está todo? Falta que venga Pepe con los postres. ¿Qué le has dicho que traiga? Una caja de perada, turrón... la leche de almendras ya está ahí, la trajo la chica del café donde suele ir Pepe. ¿Y el besugo? Nadando en salsa; ahora le pondrás las rajitas de limón. ¿Qué falta? Aderezar la lombarda y traer a papá.
La mesa blanca, de inmaculada pureza, sustentaba, formando columna, las cajitas de áspera película conteniendo el harinoso turrón, los cajones de peladillas y las uvas puntiagudas, hábilmente conservadas, lustrosas y transparentes, como de cera, y con un delicado color de ámbar. Cuando doña Manuela volvió a entrar en el mercado comenzaba a anochecer y la concurrencia aumentaba por momentos.
»Por dicha, el nombre de su candidato de V. me ha hecho pensar en que, favoreciéndole y dando a V. gusto, hago el bien del distrito, según lo entiendo yo: le quito de encima la secadora protección del diputado actual, que parece un fabricante de turrones, y le propino y administro uno que dirá a ustedes, en cuanto le elijan, si os vi no me acuerdo, y no les dará turrón, con lo cual quizá renazca la actividad agrícola, se creen industrias sanas, y desaparezca la corrupción que hoy nos pudre.
Hacían asimismo muy difícil el tránsito la multitud de mesillas de turrón, arropía y tostones, los puestos de fruta, las tiendas de muñecos y juguetes, y las buñolerías, donde gitanas jóvenes y viejas, ya freían la masa, infestando el aire con el olor del aceite, ya pesaban y servían los buñuelos, ya respondían con donaire a los piropos de los galanes que pasaban, ya decían la buena ventura.
Aunque en mayor escala, acontece con ellas lo que con el turrón de Jijona, que al instante se conoce la falsificación. Bien puede tener la mas docta cocinera la receta auténtica, exacta, minuciosa, de estas empanadas; apuesto a que no las hace, si no es de mi provincia.
Esto era lo mejor para los que, como él, carecían de dentadura. Sabía a gloria; pero a pesar de tantos elogios, recibió como en triunfo el turrón de Jijona y los pasteles de espuma. También era esto del género de don Juan, adorador de las cosas blandas, que se escurren dulcemente sin roce alguno hasta el fondo del estómago.
Palabra del Dia
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