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Actualizado: 9 de julio de 2025


Al final de él se paró ante una puerta y aplicó el oído. Dentro se oía una respiración tranquila y acompasada. Al cabo de buen rato alzó con la mano suavemente el pestillo, empujó la puerta y penetró silenciosamente en la estancia. Con los brazos extendidos hacia adelante, avanzó algunos pasos hasta tropezar con una cama. Quedó inmóvil otra vez, y con voz apagada dijo: Pedro... Pedro...

Así, así te quiero dijo dando algunos pasos para llegar a su sillón y sentarse pero en vez de andar hacia la mesa, dirigiose al testero opuesto. No paró hasta tropezar con la pared, y al sentir el choque, llenose de cólera y dijo: ¿Quién me estorba el paso?... ¿Quién es el atrevido que no me deja llegar al sillón? Esperó respuesta; puso atento oído a los rumores que creía sentir.

»Se me presenta magnífica ocasión de hacer en mi propio cuerpo estudios que habrán de ser sumamente curiosos para la ciencia, pues nada hay más interesante para el médico que seguir las fases que una enfermedad recorre libremente al través de un organismo humano sin tropezar con trabas que traten de detener sus progresos. »Atravieso el primer período.

Vivía el Conde con su madre, pero en un enorme caserón, donde gozaba de completa independencia. Así es que recibía amigos y visitas de varias clases sin que su madre, ni por acaso, tuviese que tropezar con ellas ni darse por entendida de nada. La Condesa, sin embargo, no ignoraba la vida frívola y harto disipada de su hijo.

Baja con rapidez vertiginosa por el plano inclinado, pero se extiende también para ofrecer mayor superficie al roce y tropezar con todas las ligeras asperezas de la peña; utiliza con tal habilidad los brazos y las piernas á manera de frenos, que se detiene en el borde del abismo.

Lo que deseaba era tropezar en el Congo con un hipopótamo, un león ó cualquiera otra bestia misericordiosa, que, al desgarrarlo en pequeños pedazos, le librase del recuerdo de miss Craven la ingrata. Después de esta entrevista, la millonaria creyó necesario acelerar los acontecimientos.

Ya que se hubo vestido nuestro joven, con no poco trabajo y dolor de su alma, se asomó a la ventana. En vez de tropezar su vista con los balcones de la casa de enfrente, pudo derramarla a su buen talante por el magnífico paisaje que había contemplado el día anterior. La rectoral estaba más alta que el pueblo, dominándolo perfectamente, y lo mismo al valle.

Mas al tropezar sus dedos con la tersa frente de la criatura quedó súbito paralizado. Sus grandes ojos opacos brillaron con extraño fulgor. Incorporose vivamente y se llevó ambas manos a las sienes como si temiera que por allí fuera a salir algo grave y terrible que convenía tener encerrado. Se alzó de la silla y comenzó a dar agitados paseos por la estancia.

Sin tropezar, por el conocimiento perfecto de la casa, avanzó por los corredores hasta llegar a la puerta del gabinete azul. En aquel momento el gran reloj del comedor dio una campanada. No supo a qué hora pertenecía esta media. Acercó el oído a la cerradura y estuvo un rato escuchando sin percibir ruido alguno. Indudablemente Joaquina estaba ya durmiendo.

Currita calculaba complacidísima el efecto, alejando de el retrato, y la mano con que le sostenía fue a tropezar con el pedazo de cogulla del fraile; retiróla bruscamente, cual si hubiese tocado una brasa ardiendo, y miró con miedo, con espanto casi, la magnífica cabeza de Pantoja, que tan admirablemente expresaba sobre el lienzo la imponente y serena calma de la muerte.

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