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Actualizado: 9 de julio de 2025


Me acuerdo dijo Carlos con emoción . Y gracias que encontré quien me diera casa por un pequeño servicio de llevar cuentas. Luego tuve la dicha de tropezar con aquel coronel retirado, que me enseñó las matemáticas elementales. Bueno: no hay guiñapo que no saquen ustedes hoy a la calle observó Sofía.

Pues para eso han venido las mujeres al mundo: para querer a los hombres. Tuviste la desgracia de tropezar con uno, que te salió malo. Cuestión de suerte, hija. Ello es que estuviste loca por él... Bien me acuerdo. No se te podía aguantar; no hacías nada al derecho.

Resonaron al fin pasos en el dormitorio, crujieron las vidrieras al tropezar en ellas una persona, y la voz cobarde, trémula del cocinero mayor, dijo desde en medio de la obscuridad: ¿Estáis ahí, señora? Doña Ana hizo un violento esfuerzo sobre misma para que su voz no temblase y contestó con acento dulce: , , señor Francisco Montiño. ¿Viene con vos ese caballero?

El cual, por lo demás, andaba de puntillas, sin tropezar en nada; y hasta consiguió taparla, sin que ella lo sintiera, un poco de la espalda blanquísima, por donde estaba cogiendo frío. Era en casa de su Serafina el mismo galán fino, pulcro, suave y mañoso que cuidaba a su mujer, a su tirano, como las manecitas negras de los palacios encantados.

Tanto tiempo se pasó, no obstante, sin lograr tropezar con él, que al cabo concluyó por perdonarle. Satisfizo su agravio con arrearle un par de puntapiés en el trasero, cuando después de tres meses, le halló paseando en la punta del Peón. El hijo del Perinolo dió gracias al Cielo de haber librado tan bien.

Pero quedaba lo difícil: el peligro de tropezar con las rondas volantes que no habían participado del soborno y se esforzaban por cortar el paso a los defraudadores y hacer buena presa de sus cargas. Los caballistas infundían miedo porque contestaban a tiros al ¡quién vive!, y eran los indefensos mochileros los que sufrían toda la persecución.

Había traído un pintor de la ciudad, manteniéndolo allí más de una semana, y este capricho de magnate protector de las artes le había costado, según declaraba él, unos cinco duros, peseta más que menos. Bien era verdad que no podía volverse la vista á ningún lado sin tropezar con alguna obra maestra, cuyos rabiosos colores parecían alegrar á los parroquianos, animándoles á beber.

No podrían dar un paso en él sin tropezar con una ambición o con un ridículo, sin chocar al paso con un diputado, un hombre de Estado del momento, un ministro de ayer, una reputación de la semana, un orgullo de todos los días.

Pero desde este momento, vamos á poner en juego todos los resortes y el asunto va á marchar... Cristián interrumpió á su impetuoso compañero. Sobre todo, prudencia. Ni una palabra inoportuna. Usted no sospecha todas las dificultades en que podemos tropezar. ¡Cómo! ¿Dificultades?

Antes de poner los pies en el suelo oyó una voz de hombre, la de su conserje; estaba seguro. ¡Ah, bandido!... Luego el estrépito de una segunda lucha... un tiro... silencio. Al salir al amplio corredor que terminaba en la escalera, vió luces y muchos hombres que subían en tropel saltando los peldaños. Casi cayó al tropezar con un cuerpo del que se escapaba un rugido de agonía.

Palabra del Dia

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