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Actualizado: 4 de junio de 2025
Por lo tanto, por una necesidad ineludible, así como el imán atrae las partículas de acero, del mismo modo nuestro hombre de negocios atraía hacia sí las dificultades con que cada uno tropezaba.
Recorrió varias calles gozando este sosiego extraño parecido á un letargo. Su pensamiento y su corazón permanecían quietos. Reinaba un silencio profundo en aquella última hora de la noche. Ni un transeunte se tropezaba por casualidad en las calles. Sólo sus pasos sonaban sobre la acera y de vez en cuando el silbo agudo del pito de los serenos.
En el boj que bordeaba el camino, tropezaba Lorenzo a cada paso, al mismo tiempo que esquivaba, al tacto, las guías con flores que los rosales parecían tenderle como para brindarle las galas de sus productos.
Sin embargo, una que otra vez al encontrarse en los pasillos le dirigía miradas magnéticas que la fascinaban y profería unas buenas noches preñadas de ideas disolventes. Como es natural, la bella tramoyista no dejó de sospechar el género de pensamientos que dentro de la barretina se escondían, y en su consecuencia decidió ruborizarse hasta las orejas siempre que tropezaba con el tigre-traspunte.
En resumidas cuentas, lo mismo me da caminar contigo por aquí que con un árbol frondoso: eres tan fresco y tan sombrío como cualquiera del Retiro. Y cuando algún amigo los tropezaba y les decía: Siempre juntitos, ¿eh? Miguel contestaba guiñando el ojo: El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Perico ponía una cara muy indigesta y masticaba algunas palabras de disgusto.
Siguiendo con la vista el curso del agua se veía á veces en su superficie el reflejo de la luz del sol, pero pronto se perdía en medio del laberinto de árboles y matorrales que crecían á lo largo de sus orillas: aquí y allí tropezaba con alguna gran roca cubierta de liquen.
Reducíala a comer los manjares que sabía no le gustaban y la privaba de los que apetecía. A medida que corrían los días su saña y crueldad iban en aumento. Luego no se fijó en esto: lo hacía cuando tropezaba con ella o cuando el cuerpo se lo pedía.
A cada persona la trataba según sus antecedentes, posición y temperamento. Cuando tropezaba con una devota escrupulosa, viva y ardiente como la marquesa de Alcudia, el buen escolapio apretaba de firme las clavijas, se mostraba exigente, tiránico, entraba en los últimos pormenores de la vida doméstica y los reglamentaba. En casa de Alcudia no se daba un paso sin su anuencia.
Y Sánchez Morueta tropezaba con una estatua impasible, estrellándose en todos sus intentos por darla vida. Nada malo podía decir ella. Era virtuosa y era fiel. Bien es verdad, que aunque quisiera faltar á sus deberes le hubiese sido imposible. Su carne y su pensamiento estaban muertos para el amor.
Desde que madrugando había visto a Sabel salir del cuarto de don Pedro, dábale un vuelco la sangre cada vez que tropezaba al chiquillo y notaba el afecto con que lo trataba Nucha a veces. Cierto día entró el capellán en la habitación de la señorita y encontró un inesperado espectáculo.
Palabra del Dia
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