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Actualizado: 7 de julio de 2025


Siempre me estoy en mis trece, respondió Panglós; que al fin soy filósofo, y un filósofo no se ha de desdecir, porque no se puede engañar Leibnitz, aparte que la harmonía preestablecida, es la cosa mas linda del mundo, no ménos que el lleno y la materia sutil. De como topó Candido con Cunegunda y con la vieja.

Desta manera lamentaba también su adversa fortuna mi amo, dándome relación de su persona valerosa. Pues, estando en esto, entró por la puerta un hombre y una vieja. El hombre le pide el alquiler de la casa y la vieja el de la cama. Hacen cuenta, y de dos en dos meses le alcanzaron lo que él en un año no alcanzara: pienso que fueron doce o trece reales.

La revolucion de Mayo no es, pues, la primera por su órden cronológico, sinó por su objeto, por su poder, por sus resultados y su influencia en los destinos de la América toda, en cuya balanza puso su inteligencia, su oro, su sangre y su espada, y hasta su porvenir. Contempla al Norte en trece fajas bellas Como flamea el pabellon de estrellas Símbolo de las glorias de la Union.

Veinte veces ha visto la muerte ya en la batalla, ya en el brazo de un asesino. Páez combate como combatía Páez, en primera fila, enrojecida la lanza hasta la cuja, en ¡ciento trece batallas! ¿Qué soldado de César o de Napoleón podría decir otro tanto?...

Acabaron muchas dinastías, se hundieron muchos tronos; Italia logró al fin su unidad, en balde deseada durante trece o catorce siglos; se deshizo la confederación germánica; Austria perdió la hegemonía; Prusia, vencedora, se puso al frente de casi todos los pueblos germánicos; y por último, en tremenda lucha con Francia, Prusia la venció y la desmembró, apoderándose de algunas de sus hermosas ciudades y de parte de su fértil territorio y obligándola, desde su misma capital, de que se había apoderado, a pagar suma enormísima por su rescate.

Para ir al despacho de Arias, en la calle de San Pablo, le bastan a usted ocho minutos; cinco más para presentar las letras, son trece; echemos diez para ir a la Campana, a casa de Ricardo, son veintitrés; ocho para tratar con él la cuestión de los cuartos, son treinta y uno, y seis para venir de la Campana hasta aquí... echemos nueve... son cuarenta... A las once y cuarto, o a todo más a las once y veinte, puede usted muy bien estar de vuelta.

Terrible es el matador hombre; pero el matador niño, ¿qué nombre merece?... Dicen que este tiene trece años. ¡Qué país! ¡Pero qué país! En Málaga son frecuentes estos casos. Y en Madrid lo van siendo también. ¡Y nos ocupamos de escuelas! ¡Presidios es lo que hace falta! Escuelas penitenciarias, o cárceles escolares... Es mi tema».

Esta pieza dramática, arreglada de una comedia atribuída falsamente á Calderón, fué acogida con tales aplausos, que se representó sin interrupción trece noches consecutivas. Moratín, en el prólogo á sus comedias, asegura que todos los escritos de este poeta son del siglo XVIII; pero no es así, porque muchos se imprimieron el año 70 del siglo anterior.

Hace trece años me ha prestado usted un gran servicio, señor, prosiguió Basilio sin inmutarse, en este mismo sitio, enterrando el cadaver de mi madre y me consideraría feliz si yo le pudiese servir. Simoun, sin apartar los ojos del joven, sacó de su bolsillo un revólver. Oyóse un chasquido como el de un arma que se amartilla. ¿Por quién me toma usted? dijo retrocediendo dos pasos.

Regalábale a menudo, unas veces con un bastón, otras con un alfiler de corbata, otras con alguna sortija de poco precio, y el día que cumplió los trece años le compró reloj de plata con cadena de doublé.

Palabra del Dia

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