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Actualizado: 7 de julio de 2025


Hacía varios años que Pep había satisfecho su deuda, y sin embargo, aquellas buenas gentes seguían llamándole amo, y al verle ahora sentían la impresión del que se halla en presencia de un ser superior. Pep Arabi fue presentando a su familia. La atlota era la mayor, y se llamaba Margalida: una verdadera mujer, aunque sólo tenía diez y siete años. El atlot, que era casi un hombre, contaba trece.

8 Midió asimismo la entrada de la puerta por dentro, de una caña. 9 Midió luego la entrada del portal, de ocho codos, y sus postes de dos codos; y la entrada del portal por dentro. 11 Y midió la anchura de la entrada de la puerta, de diez codos; la longitud del portal de trece codos.

En las siguientes filas estaban las educandas de doce y trece primaveras, presumidillas, entonadas; y detrás de estas las señoritas que frisaban con los quince, flor y nata de la hermosura vetustense algunas de ellas, casi todas iniciadas en los misterios legendarios del amor de devaneo, muchas próximas a la transformación natural que revela el sexo, y dos o tres, pequeñas, pálidas y recias, mujeres ya, disfrazadas de niñas, con ojos pensadores cargados de malicia disimulada.

Su talento poético debió manifestarse muy pronto, puesto que cuando tenía poco más de trece años escribió ya su primera comedia, titulada El carro del Cielo, asegurando Vera Tassis, que, antes de cumplir los diez y nueve años, había hecho época con sus comedias en el teatro español.

La terrible palabra que descorría en parte el misterio de la vida de la niña, quedó grabada en su memoria, y poco á poco fué comprendiendo todo el valor de aquella frase. La alegría de Hasay fué desapareciendo, sustituyéndola una profunda tristeza. A los trece años, la niña era mujer. La mujer, dejó de jugar y pensó.

Pero era fiero y arrogante, de carácter descompuesto y defectuoso, y rebelde contra las leyes de la vida. Murió antes de haber comenzado a vivir. Robert Burns, el poeta escocés, escribía ya a los dieciséis años sus encantadoras canciones montañesas. El irlandés Moore componía a los trece, versos buenos a su Celia famosa. Y a los catorce había empezado a traducir del griego a Anacreonte.

Como los creyentes en la fatalidad de la suerte del viernes o del trece, los creyentes en las supersticiones católicas están aclimatados desde la infancia a la fe en los fetiches y a su régimen de terrores y esperanzas ilusorias, y perfectamente avenidos a las infelicidades y explotaciones conexas, por su profunda convicción de hacerse infinitamente más infelices si las dejasen; aclimatados a la perspectiva del fuego eterno, como a los fríos glaciales el groenlandés que sufre en las regiones templadas la nostalgia de sus nieves perpetuas.

La joven se puso pálida y llevándose la mano al corazón se alzó del asiento para salir de la glorieta. Tristán había sido su primero y su único amor. Cuando se conocieron ella tenía trece años y él veintiuno. La impresión que en su naturaleza infantil produjo aquel joven guapo, elegante y de cuya inteligencia toda la familia se hacía lenguas no se borró jamás.

Los números intermedios se componen de la manera siguiente: mariquiñe, once, mariepu, doce, mariquila, trece: epumari, veinte, epumariepu, veinte y dos, epumariquila, veinte y tres; cúlapataca, trescientos, selge-pataca, setecientos.

En este tránsito se descubren siempre bosques enmarañados, en los cuales hay un árbol corpulento, que suele tener basta trece y quince varas de circunferencia. Los Españoles le han dado el nombre de higueron , por ser una especie de higuera gigantesca; pero en la provincia de Santa-Cruz es conocido mas bien bajo el de bibosi.

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