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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Sobre el altar veíanse el ara rota, el tabernáculo hundido, y dos bellos ángeles, que a un lado y otro sostenían antes lámparas de plata, levantaban entonces sus manos vacías, crispadas, como anunciando la cólera del Señor... A los pies de la capilla, sobre un confesonario destrozado y varios reclinatorios rotos, hallábanse amontonados trastos viejos, muebles inservibles y el armazón de un teatro en que había representado la condesa, tiempos atrás, unos famosos cuadros vivos.
En tanto, Fortunata no trataba a Maximiliano desconsideradamente; pero su frialdad sería capaz de helar el fuego mismo. Habría preferido él mil veces que su mujer le tirase los trastos a la cabeza, a que le tratara con aquella cortesía desdeñosa y glacial.
Entonces el público se volvió al Cigarrero, que ya había cogido los trastos, y le gritó: ¡No lo mates, no lo mates! ¡Que lo mate ese asesino! El Cigarrero encogió los hombros y se dispuso a ir en busca de la res. En aquel instante un torero que llegaba corriendo le dijo algo al oído, y el espada se puso terriblemente pálido. El público comprendió que había malas noticias del Serranito.
Ah-Fe se turbó por unos instantes. Apartó la mano de la señora de Galba que le tendía el dinero y procedió rápidamente a recoger sus trastos. No, no, yo no devolver. No. Luego prenderme un policeman . Yo sé: Dios maldiga ladrón, tomar cuarenta pesos, a la cárcel. Yo no devolver. Usted dejar dinero arriba bluló Fiddletown. Yo traer dinero. Yo no llevar dinero otra vez.
En una palabra, desde ayer están los trastos dentro; mi amigo en la escalera mesándose los cabellos, luchando entre la casa nueva y el amor filial; y el viejo en la calle esperando, o a perder carnes o a ganar casa.
Como D. Quijote soñaba aventuras y las hacía reales hasta donde podía, así Alfonsín imaginaba descomunales mudanzas y trataba de realizarlas. D. Francisco, que estaba en Gasparini con Isabelita, oía ruido de trastos, chasquidos de látigo, y estas palabrotas: ¡Ala... arriba... upa... ajo... arre caballo!
Se encuentran en tal lugar trastos viejos, pedazos de lanza enmohecidos, trozos de casco y espadas de dos varas de largas en forma de cruz.
¡Vaya una merienda para un cuarto como éste! ¿No te da vergüenza? ¿Cuándo me llevas estos trastos a casa? Veremos... Dijo el ciego, y nunca vio. Rica, dame un beso, y toma un bocadito de estas golosinas.
Todo se fabricaba de oro purísimo, hasta los trastos de cocina. De Arabia venían perfumes; de Egipto, telas de lino, caballos y carros; esclavos negros y marfil, de Nubia; y especierías y madera de sándalo, y perlas, y diamantes, y papagayos y jimios y pavos reales, y telas de algodón y de seda, de allá de la desembocadura del Indo.
Para seguir modelando se vio obligado a pedir licencia a Presentación para meter en su cuarto los trastos y aprovechar las horas en que el comedor quedaba desembarazado. Estas molestias no bastaban, sin embargo, a turbar su ventura. ¡Qué efecto tan grato y a la vez tan melancólico producía esta felicidad en Miguel Rivera!
Palabra del Dia
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