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Actualizado: 29 de junio de 2025
Pensativo dejó al matrimonio el desengañado parecer de don Justo; pero todavía se atrevió Simón a hacer este pequeño reparo: En todo caso, señor cura, siempre nos quedará el recurso, si nos pinta mal fuera de esta casa, de volvernos a ella con los trastos.
Si el ama de la casa goza de algún bienestar, resplandecen en dos o tres chineros el cristal y la vajilla; y en hileras simétricas adornan las paredes de la cocina peroles, cacerolas y otros trastos de azófar o de cobre, donde puede uno verse la cara como en un espejo. La cordobesa es todo vigilancia, aseo, cuidado y esmerada economía.
Precisamente las más talludas eran las que con más furor se entretenían en este graciosísimo simulacro de la vida doméstica, vistiendo y desnudando mujercitas de porcelana y estopa, arropando bebés con ojos de vidrio y moviendo los trastos de una cocina de hojalata o de un gabinete de cartón.
Compró en Inglaterra un número considerable de trastos viejos, platos, tapices, y adornó la casa con ellos: además, con permiso de su padre, todos los veranos daba una vueltecita por las provincias y regresaba abundantemente provisto de objetos antiguos. La casa de esta suerte llegó pronto a parecer un museo arqueológico: era cada vez más sombría y más triste.
Era preciso arreglar el cuarto lo mejor posible... ¡Qué pensaría el caballero ante aquellos miserables trastos!... Isidora no podía mirar sin sentir pena las tres láminas que ornaban las paredes empapeladas de su cuarto.
Francamente, naturalmente, les vi salir con pena. El día que salieron, la ciudad alta parecía una plaza amenazada de bombardeo. No había en toda ella más que mudanzas, atropellado movimiento de personas y un trasiego colosal de muebles y trastos diversos. Por las oscuras calles no se podía transitar.
Don Quintín estaba sirviendo de aquello que dijo la portera al caballero de los muebles, luego éste dispondría que le llevasen los trastos a su casa, y sobre tal fundamento se le ocurrió al viejo la idea de engatusarla con esperanzas.
El caballero que alquila un cuarto donde recibir a una casada, puede necesitar la ayuda de otro hombre para mil cosas en que el secreto es necesario, como hablar al administrador, firmar recibo, comprar trastos, pagar cuentas, etc., etc., y puede luego tronar con la conquista y, por último, decir a su complaciente auxiliar que se quede con los muebles, que él no sabe dónde guardar, o acaso se le hayan hecho aborrecibles por el recuerdo de quien se los hizo pagar.
Los soldados y las mulas reales tienen palacios por habitaciones, miéntras que los grandes pensadores de la humanidad viven como trastos inútiles encajonados en desconcierto, en una mala casa y cubiertos de polvo.
Como era domingo y hacía una mañana hermosa, la Ribera de Curtidores estaba llena de gente: cada puesto de ropas usadas, trastos viejos, telas, clavos, armas, colillas y herramientas, tenía delante un grupo de gente que vociferaba y bullía, regateando con indescriptible griterío.
Palabra del Dia
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