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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Pasada la primera impresión de entusiasmo, cuando las doradas capas cambiáronse por sucios trapos y cesó de tocar la música, saliendo el alguacil del redondel a todo galope, las de Pajares presintieron el aburrimiento. El primer toro... ¡bueno!
No había allí más muebles que la silla que servía de observatorio al rey Buby, un cesto de pan vacío, colgado del techo á la altura de la mano, y en el rincón menos expuesto á la intemperie, una cama de pajas y de trapos, en que dormían abrazados Gilito y su madre.
Para Bringas no había más que los cuatro trapos de siempre, bien apañaditos, y las metamorfosis de un mismo vestido hasta lo infinito... Por cierto que ella no sabía cómo arreglarse. De una parte la solicitaba la obediencia que debía a su marido, de otra el deseo de presentarse decentemente, con dignidad... ¡por decoro de él mismo! «Si se tratara de mí sola, me importaría poco.
¿Por qué? ¿Con qué objeto ha dado usted dinero a la señora Adela? me contestó con precipitación y con vergüenza. No hablemos de eso, la dije, la señora Adela lo sabe. Nada me ha dicho, sino que ya no recogeremos más trapos; que compraremos vestidos y camas. ¡Cómo! ¿No teníais camas?
Ni por sacrificar otras comodidades a los trapos, ni por exhibirse sin medida al balcón y en los paseos, ni por asistir a los saraos de Quiñones con una constancia digna de ser premiada, pudieron lograr hasta la hora presente los dones preciados de Himeneo.
Ahora se poblaba su extensión amarillenta con buques de todas clases: fragatas cabeceantes que hundían sus proas en la espuma a impulsos de los hinchados trapos; vapores negros que regresaban a Europa después de librar su cargamento de carbón; goletas minúsculas inclinándose sobre las olas con una inestabilidad que arrancaba gritos de miedo a las mujeres agrupadas en las bordas del Goethe.
A causa del desnivel entre la empinada calle y las casas, unas tiendas tenían varios peldaños ante su puerta, como si fuesen torres; otras eran profundas como cuevas, con una escalera interior para bajar á ellas. Los establecimientos de ropas ondeaban en su fachada trapos multicolores.
Yo apostaría a que son personas pudientes los padres de esta niña replicó el marica. ¡Adiós! ¡ya se nos va Manuel Antonio al folletín! exclamó la dama con una risita nerviosa. Las personas pudientes no dejan a sus hijos envueltos en estos andrajos. En efecto, la niña venía cubierta por unos trapos miserables y una manta raída y sucia.
«Ya veo, señora, ya veo dice su papá muy atufado , que me ha traído usted aquí una tienda de trapos...». Y su mamá, azorada con la cara muy encendida, no decía más que: «yo... yo... verás...». En esto, la pobre niña, llegando al período culminante de su delirio, sintió que dentro de su cuerpo se oprimían extraños objetos y personas.
Es preciso ofrecerle también aquella limosna que vale más que todos los mendrugos y que todos los trapos imaginables, y es la consideración, la dignidad, el nombre. Yo daré a mi pobre estas cosas, infundiéndole el respeto y la estimación de sí mismo. Ya he escogido a mi pobre, María; mi pobre eres tú.
Palabra del Dia
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