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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Han existido y existen, sin embargo, hombres casamenteros que lograron por ello la cúspide de la gloria y de la proceridad. Hay «ganchos» que han pasado a la historia. En todas las bodas reales ha intervenido el «gancho» diplomático. Los cancilleres de las cortes europeas hicieron, en el transcurso de los siglos, «ganchos» memorables.
Roma el derecho civil; la Palestina el misticismo y la teología sobre la doctrina de la caída del hombre en el Paraíso por la pérdida de la inocencia, que coloca el estado de perfección en el comienzo de la especie, y que es exactamente el reverso de la teoría moderna de la evolución o del progreso incesante y continuo, y que la Inglaterra ha creado, por otras vías y en el mismo transcurso del tiempo, las instituciones representativas, de que disfrutan en la actualidad todos los pueblos civilizados, en la medida de su capacidad para las necesidades y las tendencias del tiempo, como diría Emerson.
El bosque bravío cubre la capital de remotas épocas; pasa el cazador salvaje por donde en otro tiempo eran recibidos los caudillos vencedores con aparato de semidioses; pacen las ovejas y sopla el pastor en su caramillo sobre las ruinas que fueron tribuna de leyes muertas; vuelven a agruparse los hombres y surge la cabana, la aldea, el castillo, la fábrica, la ciudad enorme, y se repite lo mismo, siempre lo mismo, con una diferencia de centenares de siglos, como se repiten de unos hombres en otros iguales gestos, ideas y preocupaciones en el transcurso de unos cuantos años. ¡La rueda! ¡El eterno recomenzar de las cosas! ¡Y todas las criaturas del rebaño humano cambiando de aprisco, pero jamás de pastores! ¡y los pastores siempre eran los mismos, los muertos, los primeros que pensaron, y cuyo pensamiento primordial fue como el puñado de nieve que rueda y rueda por las pendientes, agrandándose, llevando adherido en su pegajosidad todo cuanto encuentra al paso!... Los hombres, orgullosos de su progreso material, de los juguetes mecánicos inventados para su bienestar, se creían libres, superiores al pasado, emancipados de la servidumbre original, ¡y todo cuanto decían se había dicho centenares de siglos antes, con diversas palabras!
Lubimoff se complacía en notar las arrugas que una atención intensa iba formando en torno de sus ojos; el afilamiento de su nariz, las dos profundas grietas que estiraban los extremos de su boca, dándola una expresión de prematura vejez. Todas sus preocupaciones femeniles desaparecían en el transcurso de las horas.
Imaginaban los portugueses que aquel reino había sido cristiano en lo antiguo, gracias a las predicaciones del apóstol Santo Tomás que hasta él había llegado, pero imaginaban también que el cristianismo de los singaleses se había pervertido y maleado con el transcurso del tiempo, turbando la pureza de su doctrina mil absurdas supersticiones.
Erraríamos, sin embargo, querida madrina, suponiendo que Pinho es ajeno a todo cuanto sea humano. ¡No! Estoy cierto de que Pinho respeta y ama a la humanidad; sólo que para él la humanidad en el transcurso de su vida se restringió mucho.
Perón vió un marinero que se encarnizaba en una foca hembra, la cual lloraba como una mujer, gemía: cada vez que el animal abría su ensangrentada boca, el bárbaro golpeábala con un grueso remo y le rompía los dientes. Dice Dumont d'Urville que en las Nuevas Shetlands del Sur, los ingleses y los americanos exterminaron las focas en el transcurso de cuatro años.
Tus huesos reposarán bajo la tierra, disolveránse al transcurso de los siglos, y yo existiré aún, majestuoso, indiferente, equilibrada la grande vida que me armoniza á la vida de los mundos lejanos.»
Si en el transcurso de la lectura tropezaba casualmente con aquellas pocas palabras que han levantado a sus semejantes sobre el nivel de los más viejos, más sabios y más prudentes, si aprendía algo de una fe que está simbolizada por el sufrimiento, y si la antigua llama se suavizaba en sus ojos, no era nunca bajo la fuerza de una lección.
Esto fue todo lo que Catalina Lefèvre y Luisa vieron en el transcurso de algunos minutos. Sin duda había sucedido algo extraño y terrible aquella noche. La anciana, acordándose de su sueño, permanecía silenciosa. Luisa se secaba las lágrimas y dirigía miradas angustiosas hacia la meseta, iluminada como por un incendio.
Palabra del Dia
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