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Actualizado: 12 de junio de 2025
Algunas la habían oído en América, otras la habían aplaudido recientemente en Covent-Garden, y todas la conocían, pero ninguna la había visto de cerca y su reputación de artista así como su belleza de mujer hacían que su presentación fuese un verdadero acontecimiento. Marenval y Tragomer fueron acogidos favorablemente.
En un saloncillo de fumar situado en la popa, cerca del comedor, encontró á Tragomer y á Jacobo, les estrechó la mano y dijo sentándose: Acabo de encontrar á su madre de usted y á su hermana. ¡Parecían encantadas, las pobres señoras! Ya era tiempo de que se aclarase su horizonte... Pero los negocios están en buen camino y traigo á ustedes noticias que les satisfarán.
¡Necio! exclamó Cristián; ¿no te he preguntado si Lea se teñía el cabello? Freneuse hizo un gesto de horror y sus ojos se hundieron bajo las fruncidas cejas. ¡Ah! dijo Tragomer. ¡Empiezas á comprender! ¡Ves la atroz y fúnebre operación que se hizo sufrir á la desgraciada víctima! Los que han fraguado esta intriga sangrienta tenían una admirable sangre fría.
Como es para ti, es justo que sigas tu capricho, añadió Edward; pero si piensas en tu descendencia, tienes más interés en casarte con un hombre robusto que con un alfeñique. En fin, allá tú. Además, dijo la joven, nada prueba que el señor de Tragomer me hubiera querido; y, según él mismo me ha dicho, su corazón no está libre. ¡All right! Entonces, no hay más que hablar.
Aunque rabies, espera un poco... Canción de Silvain, los Dragones de Villars, acto segundo, escena..., dijo Frecourt riendo. ¡Vaya! Ya se desató. Déjale, dijo Tragomer. Yo encuentro su música muy digestiva. En Texas, los jefes indios hacen que les canten canciones durante las comidas. ¿Oyes, Frecourt? Los salvajes. ¡Oh!
¡Es inútil que nos supliques; somos inflexibles Nos vamos, Marenval, nos vamos. Entonces, no hagáis el tonto, dijo Marenval con solemnidad. Las circunstancias, como veis, son graves. Dejadme amablemente con Tragomer. Y en recompensa... ¡Ah! ¡ah! Un regalo! exclamaron las damas. ¡Bueno! sí, un regalo, dijo Marenval. Mañana, en todo el día, recibiréis un recuerdo mío. Las mujeres batieron palmas.
Se había visto pasar á Tragomer y en este momento se daban indicios ciertos sobre la dirección que había tomado á aquellos ojeadores de caza humana. Ganemos la punta del promontorio y ocultémonos en las rocas, dijo Cristián. Avanzaron rápidamente y se metieron en una pequeña gruta, donde pudieran respirar, ver y escuchar por unos instantes.
En Francia, en París sobre todo, sí, hay algunos; pero en Londres sería una casualidad. Gracias, señor Campistrón, ya sé todo lo que quería saber, dijo Tragomer. Agradecemos á ustedes su amable acogida. Con mucho gusto, señor vizconde, con mucho gusto. Las personas como usted están seguras de ser recibidas aquí con toda deferencia.
Por todas partes el mar estaba libre. Dos leguas á la derecha un gran vapor avanzaba pesadamente hacia las islas Loyalty. Por detrás ni un punto sospechoso. Por delante la extensión ilimitada, sin una embarcación, sin una vela. Querido Jacobo, dijo la voz de Tragomer; estamos salvados. Ahora podemos respirar. Freneuse se volvió. Su amigo salía de la cámara y venía hacia él.
Le dijo: Venga usted á ver mis bueyes; y Juan tomó el vapor con la muchacha. ¡El viaje á Citerea, vamos! Tragomer no llevó más adelante sus investigaciones. Sabía ya lo más importante; el hecho capital estaba probado.
Palabra del Dia
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