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Actualizado: 12 de julio de 2025
Durante unas semanas Tragomer vivió como en campaña, ocupándose de esos menesteres, comiendo en el círculo y viendo tan sólo á sus parientes y á algunos amigos íntimos. La comida en que había encontrado á Marenval era la primera de ese género á que asistía. Le había llevado Maugirón y Tragomer no sospechaba las consecuencias que iba á tener aquella fiesta á la que concurría sin propósito alguno.
¿Por qué vuelve usted sobro ese asunto, puesto que no le fué favorable? Conozco á usted ya lo bastante para creer que lo hace por algo. ¿Hay alguna novedad sobre Freneuse? ¿Acaso ha adquirido usted la prueba de su inocencia? Tragomer siguió andando, con la cabeza inclinada y sin mirar á la joven.
¿Y si se ha engañado? La justicia no se engaña, aunque es algunas veces engañada, que no es lo mismo. ¿Había, pues, en ese asunto alguien que tuviera interés en engañar á la justicia? Acaso. ¿Le conoce usted? No, no le conozco. En este momento Sorege, inquieto al ver que la conversación de Tragomer y de su prometida se prolongaba, apareció en la puerta del salón.
El coche se detuvo en este momento y Marenval pensó: "Ya no es tiempo de retroceder; me he empeñado á mí mismo mi palabra. Vamos á ver qué piensa Tragomer de las noticias que le traigo." Descendió de la berlina y entró en la casa. El aliado de Marenval, por su parte, no había permanecido ocioso. En cuanto volvió de su viaje al rededor del mundo se ocupó en los cuidados de su nueva instalación.
La pobre señora creía que se detiene un caballo desbocado tirándole de las riendas, como si toda presión y toda resistencia no sirviesen, por el contrario, para exasperar su locura. ¿No existió en aquel momento un proyecto de enlace entre la señorita de Freneuse y usted? Tragomer palideció y su cara tomó una expresión dura y dolorosa.
El señor Tragomer, en cambio, estaba como loco y no acertaba á pronunciar palabra. El Señor Maugirón lloraba á lágrima viva. Todos habían perdido la cabeza menos el señor de Sorege que conservaba toda la suya. Me pidió las llaves y estuvo largo rato registrando los cajones del señorito. Pero el comisario de policía había registrado ya y no había nada que encontrar.
Las dos mujeres estaban pálidas y con los ojos llenos de lágrimas. María se adelantó hacia su antiguo prometido y dijo con voz segura: Ha pedido usted verme, señor de Tragomer, antes de partir. Sé que va usted á intentar la salvación de mi hermano y no puedo oponerme á ese deseo. Aquí estoy. Tragomer permaneció delante de ella turbado, temblando y desgraciado.
Miss Maud, cumpliendo la promesa hecha á Tragomer, cogió una silla y la llevó al lado del piano, á dos pasos de la cantante. Tragomer, Sorege y Jacobo, como si estuvieran de acuerdo, se dirigieron á la puerta de la estufa.
Ya has vaciado toda tu hiel sobre esa pobre muchacha... Sí, señores, no era precisamente un modelo de virtud, pero tenía una voz soberbia, antes de caer en poder de Novelli... Dispense usted, interrumpió Tragomer: ¿la conocía Novelli antes de encontrarla en Inglaterra? Nunca la había visto. ¿Ha cantado en Inglaterra con el nombre de Baud antes de marchar á América con el de Hawkins? Sí, señor.
Y yo les doy mi palabra de olvidar en seguida lo que haya sabido. Tragomer y Vesín se estrecharon afectuosamente la mano. El vizconde encendió un cigarrillo y dijo con tanta calma como si se tratase de una expedición de placer: Como usted comprenderá, el negocio para nosotros es no asustar á los verdaderos culpables.
Palabra del Dia
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