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Actualizado: 3 de junio de 2025
Mucho afirmó Miguel gravemente, lanzando al aire una bocanada de humo. ¿Y cuánto tiempo hace que es V. militar, Sr. Utrilla? En la academia respondió el cadete después de vacilar un poco y toser no llevo más que seis meses... pero me he estado preparando antes dos años con un comandante del cuerpo... y en realidad, desde que uno entra en la academia preparatoria, ya se le considera como militar.
Dejole al cabo de un rato Marroquín, pero tan estropeado y maltrecho, que en vez de reírse de la broma, comenzó a toser y a quejarse; la verdad es que estaba muy pálido: «¡Barájoles! esto pasa de broma, Sr. Marroquín. ¿Pues no estaba V. haciendo lo mismo con D. Leandro? Pero yo no le apretaba con todas mis fuerzas, como V. ha hecho conmigo.»
Vaya, vaya, ya estás aquí de más, Jacinto dijo al cabo ella haciendo esfuerzos inútiles por ponerse seria. Si no te vas en seguida te restrego la cara con ceniza. ¡Ca! No haría ella eso: no se atrevería á tanto. ¿Que no me atrevo? ¡Ahora verás! Y tomando un puñado de ceniza se lo arrojó á la cara. Jacinto comenzó á toser y estornudar porque se le había metido por boca y narices.
Entretanto, el joven había tomado pie del dicho de misia Casilda, para fundar sus teorías gastronómicas y anonadar con sus invectivas a la humilde cocina casera... mucha grasa, mucho aceite y ningún aparato; una fuente que se presenta en la mesa sin adorno, es como un comensal que se sienta en mangas de camisa. La señora empezó a toser, a causa del humo del cigarro; daban las siete.
Uníase a la baja temperatura la humedad de su suelo atravesado por las alcantarillas de desagüe, el rezumar de ocultos y subterráneos estanques, que manchaba el pavimento y hacía toser a los canónigos en el coro, «acortando su vida», como decían ellos quejumbrosamente. La luz de la mañana comenzaba a esparcirse por las naves.
Era alguna vieja contemporánea que les hacía reir y toser hasta reventar con historias antiguas. Don Rosendo charlaba en un rincón con don Melchor de las Cuevas. Explicábale un vasto proyecto de puerto, grandioso como todos los suyos. Porque no es posible representarse bien lo que había crecido la ciencia, ya grande, de Belinchón en los últimos años.
En el invierno se recrudeció un poco su enfermedad del estómago; además, le acometió un catarro pertinaz que le hacía toser bastante por las noches. Y como se sintiese cada día peor, tomó el acuerdo de irse en la primavera con un amigo, que le brindó a pasar dos o tres meses en una finca de recreo que tenía en la montaña de Cataluña.
El maestro Águila, después de toser varias veces, comenzó un rasgueo, interrumpido de vez en cuando por las escalas gimeantes de la cuerda prima. Uno de los esbirros de don Luis destapó botellas y ordenó las filas de cañas, ofreciendo estos tubos de cristal, llenos de líquido dorado con una corona de burbujas. Las mujeres, atraídas por la guitarra, llegaron corriendo de la cocina.
¿Se habría equivocado? ¿Sería Juan, u otro cualquiera que se le pareciese en el modo de toser? Si fuese él, ¡qué dulcísimo miedo! Si no, ¡qué tranquilidad... y qué desilusión! Era en verano, y el cuarto había permanecido todo el día cerrado; así que entre su propio sofoco y el calor de la habitación, Cristeta no respiraba a gusto. Sin mover ruido fue al balcón y lo abrió. ¡Qué hermosa noche!
Al principio, cuando yo tenía que entrar aquí con esos barrilillos a la espalda, sudaba la gota gorda; pero ahora ya me he acostumbrado. ¿Y si se te escurriera un pie? Pues nada; se acabaría todo. Lo mismo da morir ensartado en un abeto que toser durante semanas y meses tendido en un jergón. En tal momento, Divès iluminaba con la linterna las pilas de barriles, que llegaban hasta la bóveda.
Palabra del Dia
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