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Al fin, envenenado hasta lo más íntimo de mi ser, preñado de torturas y fantasmas, convertido en un tembloroso despojo humano; sin sangre, sin vida miseria a que la cocaína prestaba diez veces por día radiante disfraz, para hundirme en seguida en un estupor cada vez más hondo, al fin un resto de dignidad me lanzó a un sanatorio, me entregué atado de pies y manos para la curación.

Con saña que horroriza, indecibles torturas, porque tanto te amaron y desearon tu bien, cuantos mártires sufren; más en sus almas puras te bendicen en medio de angustias y amarguras y, si les dan la muerte, bendicente también.

Si hubiera tenido un hijo ... ¡mío! le hubiera adorado! ¡Cuántas veces he llorado de pena y de cólera al pasar por los jardines donde jugaban los niños á la vista de sus madres!... La envidia, el pesar me oprimían el corazón y achacaba la responsabilidad de mis torturas al que había desbaratado mis proyectos y destruído mi porvenir. ¡Y eres el que me acusa de no haber amado! ¡!

Los náufragos vagan por el desierto, rodeados de pueblos salvajes, sufriendo todas las torturas físicas, y expuestos á todos los riesgos de aquellas regiones inhospitalarias.

Al consumar don Manuel aciagamente sus propósitos de última voluntad, exacerbó todas las malas pasiones de su familia y sembró de torturas la senda de Carmen allí donde quiso dejar para ella rosas de piedad y lozanos capullos de ternura.

No obstante, seguían tenaces en el bosque, disparando de cuando en cuando alguna que otra flecha. Al caer la tarde, los pobres sitiados experimentaban ya las torturas del hambre y sobre todo de la sed. Desde la mañana sólo habían comido aquellas galletas, y desde la noche anterior no bebían un solo trago de agua.

Anastasio, convertido al cristianismo por su esclavo Zacarías, y después de sufrir de Cosroes todo linaje de oprobios y torturas á causa de su nueva religión, que confiesa públicamente, es puesto en libertad, ocupando de nuevo Zacarías su silla episcopal en Jerusalén.

Recordó su cara aterrada, él que en todo conservaba su sangre fría y empezó á reflexionar. Una idea apareció clara á su imaginacion: la casa iba á volar y Paulita estaba allí, Paulita iba á morir de una muerte espantosa... Ante esta idea todo lo olvidó: celos, sufrimientos, torturas morales; el generoso joven solo se acordó de su amor.

El anciano sostenía una violenta lucha consigo mismo. ¿Debía acaso revelar el secreto de la vida de Olga como había ya vendido el de su muerte? ¿Pero no se trataba de una buena acción en este caso? ¿No se trataba de libertar a aquel a quien ella había amado sobre todo de las torturas en que se agitaba, ya fueran producidas por una loca idea o por una secreta conciencia de su responsabilidad?

Odiado por sus enemigos, lo era también por los mismos á quienes gobernaba y defendía, pues aparte de su dureza y despotismo no le perdonaban los azotes y las torturas con que les había obligado á pagar su propio rescate, las dos veces que los ingleses lo habían hecho prisionero. Su residencia era una sombría fortaleza de sólidas murallas y con alta torre almenada en su centro.