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El Rey abraza á su hijo preso; le pregunta si tiene valor, y le anuncia que ha sido condenado á muerte; que él mismo no puede torcer el curso de la justicia, y ser Rey siendo padre.

Aquí es, y ¡no hay portería! dijo al torcer la esquina de la calle de la Pasión, entrando en seguida en el portal empedrado con cantos, y cuyas paredes estaban llenas de monigotes pintados con carbón por los chicos. ¿Qué ha de haber, señorita? en el patio nos darán razón. Adelantose el aya, siguiola Paz y penetraron ambas en el patio, que era de los que tienen corredores con puertas numeradas.

Avanzó por el pasadizo que conducía a los departamentos de lujo en el mismo piso del comedor. Marchó con seguridad sobre la mullida alfombra hasta las proximidades de su propio camarote, pero al torcer con dirección al de Maud, fue adelantando cautelosamente, como el que acude a una cita amorosa y teme ser visto. Al final de un breve corredor, junto a un tragaluz, estaba la puerta de Mrs.

Cuando una república marítima vencía á otra república rival, lo primero que pensaba era en obstruir su puerto con arena y piedras, en torcer el curso de las aguas, para que se convirtiese en ciudad terrestre, perdiendo sus flotas y su tráfico.

Si la bestia anda bien, el camino que queda pronto se pasa.... Ahora tiene que seguir hasta aquel pinar ¿ve? y luego le cumple torcer a mano izquierda, y luego le cumple bajar a mano derecha por un atajito, hasta el crucero.... En el crucero ya no tiene pérdida, porque se ven los Pazos, una costrución muy grandísima.... Pero..... ¿como cuánto faltará? preguntó con inquietud el clérigo.

Don Germán le había hablado más de una vez del asunto desde que llegaron, pero no daba su brazo a torcer y esquivaba la conversación por temor de que se le fuera la lengua. Al fin se le fue cierto día estando de sobremesa. Habían comido con ellos Cirilo y Visita y el farmacéutico Vilches con su esposa, primos de Elena. Visita inocentemente le preguntó cuándo se representaba su drama.

Que no le importa un rábano a nadie de fuera de esta casa saltó Juana con acento brusco, temiendo que la intrusión de un tercero pudiera torcer la marcha de aquel asunto que tan a su gusto caminaba. Pues quedaos con Dios dijo el señor cura, que ya conocía el humor de Juana, disponiéndose a salir de la tienda.

De pronto cruzó una ráfaga de aire fresco que se aceleró por instantes, intensificándose hasta disolver los grupos de sofocadas gallinas, levantar torbellinos danzantes de polvo, sacudir los ramajes y aun torcer las copas de los mismos ombúes, gruesos y anchos, como una satisfacción sanchesca.

Y ya lo sabes, es para toda la vida, porque yo no soy capaz más que de resoluciones extremas. Dicho lo cual, desasiéndose de él y dejándole confuso en medio de la acera, se alejó precipitadamente hasta entrar en el anchuroso portal de la casa donde vivía. Don Juan pasó de largo, miró con disimulo, y después de verla torcer hacia el arranque de la escalera, apretó el paso.

Marcharía sin despedirse de Emma, sin ver a su hijo, para que no le faltase valor ni su mujer tuviera tiempo de torcer aquella resolución irrevocable. «Yo no una palabra de foros, ni de caserías a medias, ni de aparcerías, ni de números, ni de fábricas; pero he de tener voluntad en adelante; y he dicho que iría mañana, y primero falta el sol. Iré.