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Verás muchas familias elegantes que no tienen qué comer. Verás gente dominguera que es la fina crema de la cursilería, reventando por parecer otra cosa. Verás también despreocupados que visten con seis modas de atraso. Verás hasta las patronas de huéspedes disfrazadas de personas, y las costureras queriendo pasar por señoritas. Todos se codean y se toleran todos, porque reina la igualdad.

Abría sus ojos, asombrado por el lenguaje incomprensible que se cruzaba entre los dos, y de vez en cuando, con la tenacidad vanidosa de los pequeños que no toleran verse olvidados, hablaba a su madre en alemán formulando una petición, o se frotaba contra sus rodillas para hacer visible su presencia.

Pero la reaccion general de 1851 puso coto á las mas importantes libertades, y desde entónces el gobierno de Darmstad ha figurado en el grupo de los numerosos Estados coligados en la Confederacion contra el progreso de las ideas democráticas, mostrándose perseverante en esa guerra que casi todos los príncipes alemanes hacen á los pueblos que con tanta paciencia los toleran.

No desconocemos que no poca gravedad envuelve la contestación á esta pregunta; sin embargo, no titubeamos en contestar, que hoy por hoy el chino debe quedar sujeto á su sistema de empadronamiento, mas no irritantes disposiciones que le colocan en desairada situación en aquellas sociedades, que ni le toleran la presencia de sus mujeres, originando con ello sacrílegos contubernios, como medio de llegar por la forma de un Sacramento en que no creen, á la posesión de una mujer que abandonan tan luego pueden volver en busca de la para ellos legítima, como asimismo no les admiten protectores representantes de su raza, al no establecerse la creación de consulados chinos.

El español y el italiano, el israelita y el moro, el inglés y el extranjero de cualquier pais, todos son igualmente libres, se toleran en su religion y sus costumbres y viven fraternalmente.

En su cerebro estalló la palabra grosera con que el vulgo mal hablado nombra a los maridos que toleran su deshonra... y la ira volvió a encenderse en su pecho, sopló con fuerza y barrió el dolor tierno.... «¡Venganza! ¡venganza! se dijo o soy un miserable, un ser digno de desprecio...». Sintió pasos sobre la arena, levantó la cabeza y vio a su lado a Frígilis.

Que el lector me perdone esta digresion, apoyada en las observaciones que he hecho en toda la Alemania, y volvamos a ocuparnos únicamente de Darmstad. La poblacion del gran-ducado es notablemente vigorosa, laboriosa y honrada. Las sectas religiosas gozan allí de libertad, se toleran y son numerosas.

Aunque el gobierno sabe estos desórdenes y le toca remediarlos, por más empeño que ponga no es posible conseguirlo; porque, si se reprende al corregidor y cabildo por alguno de estos hechos, y se le quieren limitar sus facultades, éstos, por no verse segunda vez reprendidos, toleran las faltas que se cometen, no prestan aquella actividad que se requiere para hacer trabajar a gente forzada.

El profesor les tarareaba el estribillo de moda; estas desventuradas debían desgañitarse cantando en seguida aquello en los music-halls de provincias, donde son entregadas como pasto a los sargentos mayores de la guarnición. ¡Y que se tolere esto en nuestra época...! EL JUEZ. ¡Se toleran tantas cosas...!

Primero quiso que me fuera a vivir con él; luego desistió de ello comprendiendo que en Madrid no puede ser, porque aquí se toleran los líos de casadas, pero no se consiente que vivan juntos un hombre y una mujer libres, que no deshonran ni envilecen a nadie. Total, que acabó por ponerme casa, ¡y qué casa! Y para mi persona ¡que lujo!