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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Con estos pensamientos, más honrados que acertados ni provechosos, estuvo otro día escuchando a Lotario, el cual cargó la mano de manera que comenzó a titubear la firmeza de Camila, y su honestidad tuvo harto que hacer en acudir a los ojos, para que no diesen muestra de alguna amorosa compasión que las lágrimas y las razones de Lotario en su pecho habían despertado.
Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito; mas, pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían.
Su dulce rostro resplandecía de contento, y sus grandes ojos azules brillaban como llenos de entusiasmo; hasta parecía que la joven hablaba en voz alta. Hullin prestó atención, pero precisamente en aquel momento pasaba un carro por la calle y no pudo oír nada. Entonces, tomando una resolución sin titubear, entró diciendo con voz fuerte: Luisa, ya estoy de vuelta.
Espera un momento, le contestó su esposa casi al oído; con tanta visita yo he faltado algunos momentos de allá dentro y... Bien, pero mira que son las cuatro... Al instante comeremos. Las cinco eran cuando nos sentábamos á la mesa. Señores, dijo el Anfitrión al vernos titubear en nuestras respectivas colocaciones, exijo la mayor franqueza: en mi casa no se usan cumplimientos. Ah!
Sí, no hay duda; y á pesar de eso los asesinamos. Hay momentos, sobre todo en su desarrollo, crisis en que ella pende de un hilo. La vida parece titubear y preguntarse: ¿Duraré mucho? En aquellos instantes decisivos, nuestro contacto, la estancia en las ciudades y la vida de las muchedumbres es la muerte para aquellas criaturas vacilantes.
Nieves pinchó con la tijera muchas veces el bordado, que ninguna culpa tenía de sus apuros, y se calló; pero su padre no se satisfizo con tan poco, y añadió a lo dicho: Si me hicieras el favor de explicarte... Porque el caso lo merece. ¡Yo lo creo! respondió Nieves sin titubear. Pues entonces...
El papelito de cien pesetas plegado en un bolsillo de su chaleco pesábale como un lastre que daba a su persona nuevo aplomo; veía tras él la seguridad de otros billetes, de más dinero, todo a cambio de llenar unos cuantos centenares de cuartillas de retazos de libros ajenos, de disparates para él inadmisibles, que el grave senador firmaría sin titubear, poniéndolos bajo el amparo de su empingorotada personalidad.
Restregose los párpados con el curtido revés de la encallecida mano, llamó al mozo, leyole la carta, y sin titubear un punto, le dijo: Dentro de dos días te vas del pueblo. ¡Pobre padre!
La misma facilidad debió turbar al hombre, hacerle titubear, combatir la tentación; pero el frío pudo más que su voluntad y cometió un asesinato. Desde aquel momento era rico y pudo vivir. La carne de foca alimentó á aquellos hambrientos; el aceite, absorbido á raudales, calentó sus ateridos cuerpos.
Una noche, camino de mi alcoba, ocurrióseme hacer esta pregunta: Angustias, ¿Qué hacen los muertos de la capilla, en la noche? Y la india, sin titubear, contestó: Juegan al ajedrez. Yo que casi todas las noches, al requerir la bendición de mi padre, lo encontraba en la biblioteca jugando al ajedrez con don Pepe Dávalos, Presidente Municipal del pueblo comarcano, no me sorprendí de la respuesta.
Palabra del Dia
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