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Actualizado: 11 de junio de 2025


Sentíase avergonzado de su arrebato. ¡Pegarle al pobre tísico!... Para sofocar sus remordimientos, profirió en voz baja soberbios retos. «¡Otro deseaba él que hubiese cantado!...» Y sus ojos buscaron al Ferrer, pero el temible verro había desaparecido.

Olimpia era la menor de las hijas de Samaniego, y hubiera causado gran admiración en la época en que era de moda ser tísico, o al menos parecerlo. Delgada, espiritual, ojerosa, con un corte de cara fino y de expresión romántica, la niña aquella habría sido perfecta beldad cincuenta años ha, en tiempo de los tirabuzones y de los talles de sílfide.

Pero avergonzada de haber huído sin despedirse, la compañera de Soledad le gritó así que hubo pasado: ¡Y muchas gracias, caballero! No las merece respondió éste volviendo á medias la cabeza. Soledad examinó con curiosidad su figura recia y corpulenta, que se perdió al instante en las sombras. ¡No era tísico, no, aquel señorito!

Señor Isagani, dijo al fin en voz algo emocionada; desde la ventana le he oido á usted perorar porque, como tísico que soy, tengo buenos oidos, y he querido hablar con usted. A me han gustado siempre los jóvenes que se espresan claramente y tienen su manera propia de pensar y obrar, no me importa que sus ideas difieran de las mías.

A Juanito le ataca un golpe de tos tan violenta que provoca la impaciencia de algunos espectadores. ¡Fuera ese! ¡fuera el tísico! grita una voz. ¿Tísico? ¿Llamarle tísico delante de la Paulita? Juanito quiere ver al deslenguado y hacerle tragar la tísis. Y viendo que las mujeres se interponían, se envalentonó más y le crecieron los ánimos.

La catedral se quedó con las pechinas en blanco, y Molina vendió los lienzos a un inglés. Pasado algún tiempo, el deán cogió una pulmonía en el coro, y el pintor se volvió tísico, muriendo ambos con diferencia de unas cuantas horas.

Los médicos de Londres y de París me habían firmado mi pasaporte y yo buscaba también un sitio para morir. Lo elegí en las islas Jónicas, en la parte meridional de Corfú. Me instalé allí esperando mi hora y me encontré bien, tan bien, que la hora pasó. El médico tomó la palabra con la desenvoltura que reina en las mesas redondas de Italia: ¿Usted ha estado tísico, señor?

Un domingo por la noche, Tono llegó muy alegre al horno. Había merendado en la playa; sus ojos tenían un jaspeado sanguinolento, y al respirar lo impregnaba todo de ese hedor de chufas que delata una pesada digestión de vino. ¡Gran noticia! Había visto en un merendero al Menut, a aquel ganso que tenía delante. Iba con su novia: una gran chica. ¡Vaya con el gusano tísico! Bien había sabido escoger.

La mujer murió en 1850; yo hice todo lo que pude por salvarla. El marido me pidió la cuenta y yo pasé dos años sin ir por la casa. El año último el sastre me envió a buscar; le encontré en la cama, de tal modo cambiado, que no podía reconocerle. Estaba tísico en el último grado. Así lo dije a una regordeta que lloraba a su cabecera.

Tiene usted razón, señora, y mis palabras se asemejan a una tontería. No obstante, escuche usted. En Argelia, el ganado de los árabes es generalmente tísico. Los rebaños están mal cuidados, pasan las noches al relente y enferman del pecho. Nuestros súbditos musulmanes no se sirven para nada del veterinario; dejan a Mahoma el cuidado de curar a sus vacas y a sus bueyes.

Palabra del Dia

deshice

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