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Actualizado: 26 de junio de 2025


Cada uno a lo suyo. Las aves de corral a su pacífica tranquilidad, a engordar al sol; los pájaros errantes a cantar vagabundos, unas veces sobre un jardín, otras tiritando bajo la tempestad.

Mas, como el agua estaba helada, volví a la orilla aterido y tiritando de frío, mientras que el matemático calculaba de seguro, cuántos milímetros me habían faltado para caer en el bote y evitarme el chapuzón. A consecuencia de aquel baño intempestivo, tomado en tan malas condiciones, pasé tres días en la quinta, con una fiebre muy alta.

Cuando Andrés se enteró por Narcisa de la hazaña de su hermano, dió de puñetazos a los muebles y de patadas a las puertas, y crujieron maderas y cristales, temblaron las habitaciones y rodaron las blasfemias de una estancia en otra con un eco sacrílego y temerario. Doña Rebeca, tiritando de miedo ante aquel furor, huyó como alma diablesca por los misteriosos escondrijos de la casona.

Inmediatamente, encolerizada, le arrojé mi dimisión a la cabeza y exigí en el acto mi libertad. En seguida vino una noche en ferrocarril, una noche de pesado embotamiento, en el ruido ensordecedor del vagón; una mañana pasada tiritando entre baúles y cajas de sombreros, en una sala de espera desierta, cuyo olor a cerveza me daba náuseas.

El maestro de escuela, inteligente, bondadoso, joven y guapo, y que siente por la muchacha muy tierna simpatía, la saca del agua y la lleva casi exánime, tiritando con el frío de la calentura, á cierta casa de vecindad de gente pobre, donde ponen á la ñiña en un mezquino camistrajo y vienen el médico á visitarla y una Hermana de la Caridad á cuidar de ella.

En nuestra hermosa Francia con su frío Noroeste, y lluvioso Suroeste, que en el año que corre ha reinado nueve meses, es preciso poder encender fuego en todo tiempo. En medio de una velada húmeda, cuando su hijo de usted se presenta tiritando y no puede entrar en calor antes de acostarse, debe encenderse un buen fuego.

Un perrillo microscópico y feísimo salió de entre unas mantas al lado de la chimenea y comenzó a ladrar, retirándose después gruñendo y tiritando. Diole a Margarita miedo el feo animalejo. ¡Parece un diablillo malo! decía. Estaba el salón medio a oscuras, los muebles sucios y revueltos, y veíanse prendas de vestir sobre algunas sillas.

En todas las casas sus moradores estaban en vela y esperándonos; veíase en el umbral de todas las chozas, algún viejo o algún niño teniendo en la mano un velón de cobre, alumbrando temblorosos sus rostros pálidos y llenos de lágrimas, tiritando de frío en aquella helada noche de diciembre.

Durante el día, ni se lamentaba ni reñía, contentándose con zumbar perpetuamente, pero con mucha discreción, como los caracoles de mar cuando se acercan al oído. María se acercó rebujada en su chal y tiritando aún a una de las ventanas que daban a la huerta, cuyas tapias lindaban con el muelle.

Luego un caballero en quien don Juan se reconocía, salía precipitadamente de un palco proscenio, bajaba una escalera ancha, atravesaba un patio, subía otra escalera muy estrecha, cruzaba un pasillo lleno de mujeres, unas sudorosas, otras tiritando, todas casi desnudas, y sin hacer caso de ellas ni de sus dicharachos y sus risas, se detenía ante una puerta, sobre la cual estaba escrito este letrero: Señorita Moreruela.

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