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Actualizado: 22 de julio de 2025
Don Quijote necesitaba aquel horizonte, aquel suelo sin caminos, y que, sin embargo, todo él es camino; aquella tierra sin direcciones, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a ninguna; tierras surcadas por las veredas del acaso, de la aventura, y donde todo cuanto pase ha de pareer cobra de la casualidad o de los genios de la fábula; necesitaba de aquel sol que derrite los sesos y hace a los cuerdos locos; aquel campo sin fin donde se levanta el polvo de imaginarias batallas, produciendo, al transparentar de la luz, visiones de ejércitos de gigantes, de torres, de castillos; necesitaba aquella escasez de ciudades que hace más rara y extraordinaria la presencia de un hombre o de un animal; necesitaba aquel silencio cuando hay calma, y aquel desaforado rugir de los vientos cuando hay tempestad; calma y ruido que son igualmente tristes y extienden su tristeza a todo lo que pasa, de modo que si se encuentra un ser humano en aquellas soledades, al punto se le tiene por un desgraciado, un afligido, un menesteroso, un agraviado que anda buscando quien le ampare contra los opresores y tiranos; necesitaba, repito, aquella total ausencia de obras humanas que representen el positivismo, el sentido práctico, cortapisas de la imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no pusiera en aquellos campos más muestras de su industria y de su ciencia que los patriarcales molinos de viento, a los cuales sólo el lenguaje faltaría para ser colosos, inquietos y furibundos, que desde lejos llaman y espantan al viajero con sus gestos amenazadores.
¿De qué sirve que, perla de virginal pureza, luzcas en tu blancura la riqueza oriental, si toda tu hermosura, si toda tu belleza, en mortíferos hierros de sin igual dureza engastan los tiranos, gozándose en tu mal?
Hasta lo más excelso y trascendental se subordina a la moda: ora por moda son creyentes; ora por moda son impíos. A la adulación se hallan tan propensos como el más engreído tirano. Y suelen carecer del buen gusto de que algunos tiranos, protectores de las letras, han dado pruebas brillantísimas.
Nosotros permanecerémos cada vez mas inmobles, y lejos de zozobrar en la borrasca tomarémos mas aliento al paso que sean mayores los peligros que nos cerquen; pues el cristiano no cede fácilmente á la maldad, degradándose con el abatimiento que la acompaña, antes bien descubre mas su grandeza de alma cuanto mas se empeñan los tiranos en envilecerle.
Estos medios que suelen emplear los tiranos de la tierra para conservar su poderio ó para conseguir con la celeridad del rayo los propósitos que nacen en sus entendimientos, son para mal de los pueblos por algunos años; pero luego se truecan en armas que sirven para la destruccion i el esterminio de los mismos tiranos que las usaron, i esta es una verdad de que están llenas las historias.
En ellos sostendremos Al génio Americano, Y altivos hundiremos A todo vil tirano Que con su torpe planta A la corona santa Manche de libertad. Y de Colon la sombra El ámbito cruzando Sobre celeste alfombra, Se elevará clamando: «La aurora de Dios brilla! «Tiranos, de rodilla! «Naciones, levantad.»
¡Los justos y los dignos deben sufrir para que sus ideas se conozcan y se estiendan! Hay que sacudir ó romper los vasos para derramar su perfume, ¡hay que herir la piedra para que salte la luz! ¡Hay algo providencial en las persecuciones de los tiranos, señor Simoun! Lo sabía, murmuró el enfermo, y por eso excitaba la tiranía...
Es la suprema razon del debil, fuerza contra fuerza, violencia contra violencia... Hace un momento vacilaba yo, ¡pero usted ha venido y me ha convencido! ¡Esta noche volarán pulverizados los tiranos más peligrosos, los tiranos irresponsables, los que se ocultan detrás de Dios y del Estado, y cuyos abusos permanecen impunes porque nadie los puede fiscalizar! ¡Esta noche oirá Filipinas el estallido, que convertirá en escombros el informe monumento cuya podredumbre he apresurado!
En los dramas en que la muchedumbre llega rugiendo a las puertas del palacio y amenaza saquearlo, nadie como él para hacer mucho ruido con poca gente; una docena de comparsas le bastaban para poner en sobresalto a la familia real; a uno le hacía gritar continuamente ¡esto no se puede sufrir!, a otro le mandaba exclamar sin punto de reposo, ¡mueran los tiranos!, a otro, ¡abajo las cadenas!, etc., etc., todo en un crescendo perfectamente ejecutado, que infundía pavor no sólo en el corazón del tirano sino en el de todos los que se interesaban por su suerte.
Al pueblo siempre anuncia la campana Lo que ha sido, lo que es, lo que será: Cuando á su trono se alza soberana La virtud que combate á la maldad; Y cuando los tiranos en su cuello Han posado su planta ignominiosa ¡Ay! entonces resuena dolorosa Cual llorando perdida libertad.
Palabra del Dia
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