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En fin, tal vez lograríamos así que no apareciese España á los ojos de los yankees como un tirano difunto, en el que se pueden cebar sin gran peligro, ó como un tirano cachazudo y sufrido, semejante á los tiranos de las tragedias de Alfieri, que están, durante los cinco actos, oyendo y aguantando las más desaforadas desvergüenzas, si bien acaban por perder los estribos y por hacer una barrabasada.

El menor ruido me hacía temblar, el grito de un pájaro casi me hizo desvanecer de angustia. ¡Oh! tenía en mi pecho la salvación de mi hija y estaba todavía en poder de mis tiranos. No podía permanecer en aquella dolorosa perplejidad, y quizá, ofuscada hasta la locura, por un ruido en el corredor, iba a precipitarme hacia el vacío, cuando se me ocurrió una idea salvadora.

Los españoles peninsulares, sin menospreciarnos ni ofendernos, podremos llamar á Bolívar gran capitán, héroe, eminente político, ilustre y valeroso personaje; en suma, todo lo que se quiera menos Libertador, porque esto sería confesar y creer lo que no creemos; que nosotros somos unos tiranos inícuos de quienes conviene libertarse.

Cuando Alcalá embiste á los tiranos y se empieza á calentar.... Pues no fué mal puyazo el que le metió el otro día á la Inquisición. Pero, sobre todo, lo que más me gusta es cuando empieza bajito y después va subiendo, subiendo la voz.... Les digo á ustedes que es el espada de los oraores.

Verán á los bandidos Sus puertas derribando, Violadas en su lecho Las prendas de su amor, Y en medio á la algazara De torpes asesinos Los cráneos de sus hijos Colmados de licor! Honor á los valientes Que vibren el acero Confiando en nuestra causa Con grande corazon; Y firmes como roca La espada levantando, De esclavos y tiranos Detengan la invasion!

D. Fadrique no vió el objeto del amor insaciable del alma, y el fin digno de su última aspiración, en los poderes sobrenaturales. D. Fadrique no vió en ellos sino tiranos, verdugos ó espantajos sin consistencia.

Sin duda por el afán de lucirse y de inmortalizarse, así como Eróstrato incendió el templo de Diana en Efeso, hubo muchos que, sintiéndose ruines, amaron la celebridad más que la vida, y no por amor a la libertad y a la patria, sino por amor de la vanagloria, dieron muerte a sendos reyes o tiranos.

Tiempos en que amor solía calmar piadoso mi afán, ¿qué os hicisteis? ¿Dónde están vuestra gloria y mi alegría? ¿De amor el suspiro tierno y aquel placer sin igual, tan breve para mi mal aunque en mi memoria eterno? Ya pasó... mi juventud los tiranos marchitaron, y a mi vida prepararon junto al altar el ataúd.

No veo la tribuna do ardientes oradores, El pan de la palabra caliente derramaban, Y desde lo alto de ella terribles fulminaban, Rayos á los tiranos con santa indignacion; No veo el pueblo inmenso la catedral llenando, Oyendo los sonidos del órgano, suaves, Ni entre nubes de incienso cruzando por las naves Leopardos, quinas, leones, mirar con emocion.

A mi querida la llaman La goleta «LibertadPorque asila al hombre libre Y hace fuego á la maldad. Y de todos tiranos los pendones Se abaten al rugir de sus cañones.