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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Yo estaba contenta, y mi fealdad, mi pequeñez y mi facha ridícula no me importaban, porque él no podía verme, y allá en sus tinieblas me tenía por bonita.... Pero después.... Después... murmuró Golfín traspasado de compasión . Ya veo que yo tengo la culpa de todo. La culpa no... porque usted ha hecho una buena obra.
Tu cuerpo cercaré de espesas nieblas, Para que tu alma brille en las tinieblas Cual faro celestial; Y se estiendan las alas de tu alma, Para volar á la region de calma Donde se olvida el mundo terrenal.
Descendí del carruaje á la entrada de la avenida para llegar á mi habitación, atravesando el parque por el camino más corto. Al entrar en una obscura alameda, un débil ruido de pasos y de voces hirió mi oído y distinguí vagamente dos sombras en las tinieblas.
O, mejor dicho: hoy, antes de quedarme solo, cuando pensaba haber despertado de uno de esos sueños densos, en que nada se siente; sueño de tinieblas en que nada se ve; sueño que es la negación de la existencia y del que se despierta, antes de acabarse de dormir, espeluznados, estremecidos, fríos como si se hubiera sentido el contacto de la mano de la muerte; cuando sólo creí, repito, despertar de un sueño horrible, me han dicho que he estado un mes delirando, furioso, nombrando a Amparo, amenazándola, apostrofándola, insultándola, prodigándola los epítetos más degradantes.
8 Otra vez os escribo un mandamiento nuevo, que es la verdad en él y en vosotros; porque las tinieblas son pasadas, y la verdadera luz ya alumbra. 11 Mas el que aborrece a su Hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. 12 Os escribo a vosotros, hijitos, que vuestros pecados os son perdonados por su Nombre.
Y no recibiendo contestación, dió un golpe a la puerta con su poderosa pierna de cíclope, e hizo saltar el pestillo con estrépito. El cuarto estaba en tinieblas. ¡Ventura, Ventura! gritó. Nadie contestó. Sacó con mano trémula una cerilla, y paseó una mirada de loco por la habitación. Su esposa estaba en camisa acurrucada en un rincón, pálida, desencajada. Gonzalo no detuvo los ojos en ella.
Entonces Yégof, levantando el dedo hacia el cielo, exclamaba: ¡Oh mujeres! ¡Oh mujeres!... ¡Acordaos!... ¡Acordaos!... La hora se acerca... El espíritu de las tinieblas huye... ¡La antigua raza..., los señores de vuestros señores avanzan como las olas del mar!
Al abrir el herido los ojos era de noche, eternamente de noche, como si el globo viviese condenado a interminables tinieblas. Otras veces brillaba el sol siempre seguido, lo mismo que en los países árticos, sometidos al deslumbramiento irritante de un día de meses. En un despertar de estos encontró los ojos del Capellanet.
No me sigas, te prohíbo que me sigas; si te siento detrás, te mando un tiro. La hoguera se había apagado; la noche era obscura, y debajo de los sauces no se veía... Agapo corrió en pos del sobrino, desaparecido entre las tinieblas.
Sólo un punto luminoso seguía viendo tenazmente el desgraciado entre las tinieblas de su congojoso estado: este punto luminoso era la llegada de su hermano Santiago.
Palabra del Dia
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