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Actualizado: 23 de junio de 2025
Rafael, tú que vas de frente. ¿No ves ninguna luz? Nada. El rojo reflejo de la antorcha chocaba en las enormes bolas de hojas que asomaban sobre el agua o se hundía en el espacio, ahogado por las húmedas y pesadas tinieblas. Así vagaron algunas horas por la campiña inundada. El barbero no podía más; había entregado los remos a Rafael, que también desfallecía de fatiga.
Cuando esto no basta, ni chilla, ni alborota, ni escandaliza; pero se defiende cual una Pentesilea; lucha, como el ángel luchó con Jacob, en las tinieblas de la noche; y robusta, aunque angélica, suele echarle la zancadilla, derribarle, y hasta darle una soba, todo con muda elocuencia y en silencio maravilloso.
2 El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. 3 Aumentando la gente, no aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos. 4 Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián.
11 Nuestra boca está abierta a vosotros, oh corintios, nuestro corazón es ensanchado. 14 No os juntéis en yugo con los incrédulos; porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunicación la luz con las tinieblas? 16 ¿Y qué consentimiento el templo de Dios con los ídolos?
23 El multiplica los gentiles, y él las destruye; esparce los gentiles, y las torna a recoger. 24 El quita el seso de las cabezas del pueblo de la tierra, y les hace que se pierdan vagando sin camino; 25 que palpen las tinieblas, y no la luz; y los hace errar como borrachos. 1 He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos.
Después, pasando sobre su frente la mano temblorosa como para concentrar sus pensamientos, se puso a hablar ligero con voz entrecortada: ¿Eres tú, Juan?... ¡ah! sí, yo sabía bien que serías tú quien me sacaría de este agujero... fuera de las tinieblas... tú tienes un brazo robusto... robusto... sí, sí, yo te esperaba... yo sabía que tú vendrías... ¡oh! ¡qué mal estaba, qué mal!... pero ya estás aquí... quita esa piedra... aquí, aquí, sobre mi pecho, sobre mi cabeza.
Calle, calle, no se desconsuele. ¡Qué pecado había usted de cometer, cordera! Sí, sí; soy más mala de lo que piensas. Cuanta más luz recibo de Dios, más me empeño en hundirme en las tinieblas; cuantos más favores me otorga, más ingrata soy hacia
Sintióse aislado, perdido; y no vió otro camino para escapar de la muerte que le amenazaba que el de abandonar secretamente los palacios de Medina Azarah en medio de las tinieblas de la noche. Alcanzó asi prolongar algunos dias mas su vida; mas ¡ay! ¿en tanto, qué fue de tí, ó desgraciada Córdoba, en poder de esas insolentes guardias pretorianas?
Las tinieblas eran para la mayor parte de ellos lo mismo que el claro día. Algunos dormían con los ojos abiertos.
Y a pesar de ser tal que todo se veía negro, a Salvador le pareció que no había en ella bastantes tinieblas para ocultar lo que hacer pensaba. Pero todo fue inútil por falta de elementos.
Palabra del Dia
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