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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Volviéndome y revolviéndome en mi lecho pasé dos o tres horas. ¡Odio, odio terrible, deseos insaciables de venganza, que era preciso satisfacer!... Las pasiones más horrendas se agitaban en mi alma; las tinieblas del mal se agrupaban en torno mío, y al entornar los ojos percibía yo fulgores rojizos, relámpagos de sangre.
El indio había tenido bayaderas, y había hecho aquella vida rota, de puro oriental, cuando estaba aun sumido en las tinieblas del paganismo, pero cuando, gracias al padre jesuita, se convirtió a la verdadera religión, Poldy daba por segura su enmienda y el abandono en que había dejado sus viciosos deportes.
Era indudable que yo había llegado a querer de veras a mi tío: a la vista estaba lo que me dolía la gravedad de su estado y el peligro en que se hallaba de quedársenos entre las manos a la hora menos pensada; y, sin embargo, la perspectiva de aquella serie de días de cama, impuesta por el médico al enfermo, con la sujeción a que me obligaba esta medida, en el menguado y tétrico recinto de aquella alcoba, y la tenaz y espesa nevada que tenía el cielo en tinieblas, la tierra sin suelo en que pisar y encarcelados a sus habitadores, me preocupaba y me dolía ¡a qué negarlo! mucho más.
41 Y en aquel lugar donde había sido colgado del madero, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. 1 Y el primero de los sábados, María Magdalena vino de mañana, siendo aún tinieblas, al sepulcro; y vio la piedra quitada del sepulcro.
El espíritu humano no ha nacido para contemplarse á sí propio, para pensar que piensa; los afectos no le han sido concedidos para objetos de reflexion, sino como impulsos que le llevan á donde es llamado; el objeto principal de su inteligencia y de su amor es el ser infinito así en esta vida como en la otra. El culto de sí propio es una aberracion del orgullo cuya pena son las tinieblas.
33 Nadie pone en oculto la lámpara encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la lumbre. 34 La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo fuere sincero, también todo tu cuerpo será resplandeciente; mas si fuere malo, también tu cuerpo será tenebroso. 35 Mira pues, si la lumbre que en ti hay, es tinieblas.
Pero los antiguos moldes estaban rotos. Todo el mundo y toda la existencia anteriores a aquel estado novísimo se hundían o se disipaban como las tinieblas al salir el sol. Ya no había tía, ni hermanos, ni familia, ni nada, y quien quiera que se le atravesase en su camino era declarado enemigo.
12 Me pusieron la noche por día, y la luz se acorta delante de las tinieblas. 13 Si yo espero, el sepulcro es mi casa; en las tinieblas hice mi cama. Y mi esperanza ¿quién la verá? 16 A los rincones de la huesa descenderán, y juntamente descansarán en el polvo. 1 Y respondió Bildad suhita, y dijo: 2 ¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Entended, y después hablemos.
Más valía para él fiarse al azar que a su propia resolución; más valía seguir sentado al festín, bebiendo el vino que le agradaba, aun con la espada suspendida sobre la cabeza y el terror en el corazón, antes que precipitarse en las tinieblas en que todo placer quedaría perdido para siempre.
Considerose feliz, libre de ella, teniendo a su lado tan claro ejemplo del poder milagroso de Dios. Creyó que así le advertía para que no volviese a caer en la tentación, que le enviaba un faro para esclarecer las tinieblas de su espíritu. Recordaba siempre lo que le había pasado al P. Gracián, a quien Santa Teresa tanto ayudó en el camino de la virtud con el ejemplo de su conciencia inmaculada.
Palabra del Dia
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