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Actualizado: 27 de junio de 2025
A las tres, otra ola, que embistió de costado a la chalupa, estuvo a punto de volcarla; pero Van-Horn, que no abandonaba la caña del timón, la salvó con una brusca virada, mientras el Capitán, sin perder un momento la calma, aflojaba rápidamente la cuerda de la vela. Casi en el mismo instante Cornelio, que estaba a proa, señalaba una costa.
Inclinóse para levantar al infeliz y oyó el ruido de los dardos que caían á bordo, semejante al que produce la lluvia de otoño sobre las hojas secas del bosque. ¡Redes de malla á popa! ordenó el barón. ¡Y otro hombre al timón! dijo imperiosamente el capitán.
Van-Horn, Cornelio y Hans obedecieron rápidamente y maniobrando con vigor en la palanca sacaron del fondo la pequeña ancla. Van-Stael subió al castillo y empuñó la caña del timón, mientras sus compañeros disponían el velamen para tomar viento en popa y Lu-Hang lanzaba un último disparo contra los australianos, que daban espantosas voces.
Iza el trinquete, amaina la mesana, Aferra ese timon que imos perdidos; A la bomba,
5 Y agradó el parecer a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás, prosélito de Antioquía; 6 a éstos presentaron delante de los apóstoles, los cuales orando les pusieron las manos encima.
Colon presiente un nuevo mundo, del mismo modo que mueve el timon de una nave, del mismo modo que desnuda la espada, ó que mira la brújula, ó que conquista un territorio, ó que enarbola el estandarte de la redencion.
Allá, dormía un pirata con el cuello bajo la rueda del timón, de modo que, al menor movimiento de rotación, su cabeza debía quedar indefectiblemente destrozada. Un verdadero amanecer de orgía, ¡y de orgía de pirata!
A veces se aleja tanto, que se la llega á creer definitivamente libre de la atracción del remolino y parece decidida á marcharse juntamente con un copo de espuma; pero no; se detiene todavía y luego, como si fuera un barco obediente al timón, vuelve su cabeza hacia la cascada y empieza nuevamente su movimiento giratorio.
El escándalo había crecido. La escena tenida por el duque con su hija la condesa de Lemos aquella mañana, era nada, una cosa inocente y casi digna, comparada con la que acababa de tener con su hijo el duque de Uceda. Lerma no sabía ya dónde se encontraba. Era un buque sin timón, sin velas, sin jarcias, entregado á merced del mar é impulsado por todos los vientos. El duque no veía.
¡Adiós! ¡adiós! ¡muchas gracias! gritaban desde el balcón la tía, la doncella y toda la familia del hortelano. Rafael, abandonando el timón, con el rostro vuelto a la casa, sólo veía aquella arrogante figura, que agitaba un pañuelo saludándoles.
Palabra del Dia
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