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Actualizado: 27 de junio de 2025


El viento soplaba con un poco menos de violencia, pero la noche era clara; colocose un buen marinero en la barra del timón para evitar la deriva, y continuó la embarcación con rumbo al Oeste. Hacía algún tiempo que se dejaban llevar en esta dirección, cuando el marinero de guardia gritó: ¡Barco a estribor!

Pues, ¿quién podrá negar no ser verdadera la historia de Pierres y la linda Magalona, pues aun hasta hoy día se vee en la armería de los reyes la clavija con que volvía al caballo de madera, sobre quien iba el valiente Pierres por los aires, que es un poco mayor que un timón de carreta?

Erguido sobre el castillo, con el cabello y la larga barba sacudidos por el viento y las manos en la caña del timón, guiaba valientemente el buque. Van-Horn le dijo el Capitán acercándose ; el junco se hunde bajo nuestros pies. El salvaje, antes de irse, abrió un boquete en la obra viva y el agua tiene inundada la bodega. ¡Ah, pillo! Y ¿qué pensáis hacer, señor?

Cada vez que veía levantarse una columna acuática á impulsos de un proyectil, repetía el mismo consejo: ¡Tiéndete, Ulises!... ¡Van tirar contra el puente! Era un recuerdo de su lejana juventud de contrabandista, cuando se acostaba en la cubierta de su barca manejando el timón y la vela bajo los tiros de los vigilantes del resguardo.

En el centro de una ola enorme, á cien varas de distancia, aparecieron las obscuras piedras de un arrecife, cubiertas de espuma. El capitán se lanzó al timón y comenzó á dar voces de mando, los marineros practicaron las maniobras sin perder momento, giró el botalón con prolongado chirrido y el galeón cambió de rumbo, á cortísima distancia de los amenazadores peñascos.

Por debajo de ella se veían moverse unos cuerpos extraños, que parecían de plata fundida, veteados de un verde pálido y con estrías de púrpura. ¿Qué ocurre allí? preguntaron Hans y Cornelio. Se diría que el mar llamea dijo Van-Horn, que se había levantado, aunque sin abandonar el timón. ¿Ocurrirá algún fenómeno desconocido de nosotros? preguntó el Capitán.

No contento el gran navegante con haber encontrado el paso que lleva su nombre y de hollar con su planta la tierra del Fuego, puso rumbo por el ancho mar en busca de nuevas empresas. Largo todo el capo, la quilla de la Capitana, levantó hirviente espuma en el Océano Pacífico, dirigiendo Magallanes el timón aun más allá que veía en su atrevida imaginación.

Guiado por la máquina voladora que iba delante y dirigido igualmente por la máquina de atrás, que funcionaba á modo de timón, Gillespie sólo tenía que fijarse en el suelo para ver dónde colocaba sus pies. Empezó á marchar por un camino de gran anchura para aquellos seres diminutos, pero que á él le pareció no mayor que un sendero de jardín.

Aquellas palabras que significaban ¡paz! ¡paz! sonaban mal en boca de aquellos salvajes, que parecían dispuestos a caer sobre la chalupa con las armas en la mano. En vez de detenerse, el Capitán, Cornelio, Horn y el chino habían empuñado los remos y los manejaban furiosamente. Hans estaba en la barra del timón.

Zurbelcha, envuelto en el sudeste, encorvado hacia adelante, llevaba el remo que hacía de timón, era el práctico que conocía mejor la costa y los arrecifes. Un movimiento a destiempo, y la lancha se estrellaría entre las rocas. Zurbelcha tenía los nervios de acero, y una precisión de algo matemático.

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