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Actualizado: 30 de abril de 2025
Y no porque su razón no concuerde con la nuestra, sino porque son otros los datos de sus sentidos. No llegan con la vista al sol, ni a la luna, ni a las estrellas, por donde los torrentes de luz ardorosa que lanza sobre ellos el primero, y la luz tibia y plateada en que los baña la luna, proceden para ellos de un manantial oculto. Así es que forman mil hipótesis para explicarlo.
Su aparición lo había dejado aturdido: ¡qué blanca, qué pálida estaba! ¡qué cansada parecía! Y ¿qué decía esa mirada? La misma noche la había vuelto a encontrar en la Casa de Salud, donde un médico amigo trataba de persuadirlo de que, con un poco de agua tibia sobre las espaldas, se curan los males del espíritu. ¡Otro era el remedio que él necesitaba!
Sólo la tibia luz de las estrellas mis pasos alumbraba: su pálido fulgor me parecia aún más alegre que la luz del dia. Al dejarla, sus tintas de oro y grana esparcia en el cielo la mañana, y cuando el sol se alzó en el horizonte, pensando en la victoria que al dulce amor debia, yo no sé qué sentia que en medio del recuerdo de mi gloria triste la luz del sol me parecia.
El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida, porque á las once y media, á más tardar, iba el criado á buscarla. Salimos del teatro. La noche seguía tibia y estrellada: á la puerta aguardaba una larga fila de coches, que nos fué preciso evitar.
Rodeábase con voluptuosa delicia, como de una atmósfera tibia y perfumada, de la presencia de aquellos Valcárcel que algún día se hubieran tirado de cabeza al río por gozar una sonrisa suya.
¡Casada, también! me contestó, y su aliento me embriagó el rostro. Aquella mujer estaba enloquecedora en aquel momento. La noche, aunque de julio, era tibia, y los balcones que dan a la calle del Perú, estaban entreabiertos: nosotros estábamos sentados cerca del tercer balcón.
Así que, si quieres que yo tenga vida que pueda decir que lo es, desde luego has de entrar en esta amorosa batalla, no tibia ni perezosamente, sino con el ahínco y diligencia que mi deseo pide, y con la confianza que nuestra amistad me asegura.
Nada de pasión ardiente, nada de fuego hay en los ojos de Pepita. Como la tibia luz de la luna es el rayo de su mirada. Pues bien, a pesar de esto, yo he creído notar dos o tres veces un resplandor instantáneo, un relámpago, una llama fugaz devoradora en aquellos ojos que se posaban en mí. ¿Será vanidad ridícula sugerida por el mismo demonio? Me parece que sí: quiero creer y creo que sí.
Feliz tú, que amorosa Aun puedes suspirar sobre una losa, Tibia con tu calor, Y aun puedes aspirar el suave aroma Del alma de tu hijo, que ora asoma En el cielo cual astro de tu amor. Á LA NI
La noche seguía tibia y estrellada: a la puerta aguardaba una larga fila de coches, que nos fue preciso evitar. Ya no había en las calles el movimiento de las primeras horas, pero con todo, seguimos las más solitarias. Teresa no quiso aceptar mi brazo como antes.
Palabra del Dia
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