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Especialmente en los hermosos días de primavera, cuando la suave y tibia atmósfera está cargada de vapores disueltos, los viajeros hablan poco y miran mucho. Saben que el alud no espera más que un choque, un estremecimiento del terreno ó del aire, para ponerse en movimiento.

La luz tibia y rosada del amanecer penetró en la estancia. La brisa fresca de la montaña coloreó las mejillas de la doncella. Desde aquel corredor emparrado se descubría más de la mitad del valle de Laviana. Allá abajo, en el ángulo que forma el Nalón con su pequeño confluente, Entralgo rodeado de pomaradas. Enfrente, del lado de allá del río, un grupo mayor de casas blancas: la capital.

Yo que os extenuais de emociones supremas cuando en vuestras corolas deposita sus gemmas el bienhechor rocío, entre la noche tibia. Fuísteis como diademas en las frentes de Lais, de Salomé, de Aspasia, de las cocottes de Europa y bayaderas de Asia y de las Margaritas que enfloraron América.

Tampoco a Obdulia el agua la encerraba en casa, ni la entumecía: también alegre y bulliciosa corría de portal en portal, desafiando los más recios chaparrones, riendo a carcajadas si una gota indiscreta mojaba la garganta que palpitaba tibia; era de ver el arte con que sus bajos, con instintos de armiño, cruzaban todo aquel peligro del cieno, inmaculados, copos de nieve calada, dibujos y hojarasca sonante de espuma de Holanda; tentación de Bermúdez el arqueólogo espiritualista.

Yo tengo para que el sabio Merlín no estará contento con tanta blandura; menester será que el buen Sancho haga alguna diciplina de abrojos, o de las de canelones, que se dejen sentir; porque la letra con sangre entra, y no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran señora como lo es Dulcinea por tan poco precio; y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada.

Carmen se apoyó en el borde de su cama deshecha y tibia, y con las bellas manos temblorosas abrió la carta. Leyó con ojos de sonámbula, desmesurados y turbios.

Adios! no quede ya perdido Entre la negra noche del olvido, Y que el recuerdo sea de los dos; Y cristaliza en tu alma aquesta gota Que tibia y pura de mis ojos brota Al decirte por siempre: ¡Adios! Adios! Es el Queguay un rio trasparente Cual urna de purísimo cristal, Cuyo fondo se ve puro y tranquilo Como el fondo de tu alma angelical.

Isidro se aproximó más, pegando todo un lado de su cuerpo al de Feli, percibiendo la firmeza elástica de su carne, su tibia suavidad, al través del mantoncillo y la falda sutil.

Cierto que tenía el cuerpo escultural, vivificado por venas azuladas que parecían serpear entre tibia carnosidad de rosas; mas su belleza estaba deslucida porque, teniendo el pelo tan negro como las bayas de la yedra, había dado en la estúpida manía de teñírselo de rubio lino.

Fortunata decía a todo que , y aparentando ocuparse de aquello, pensaba en lo suyo, meciéndose en la dulce oscuridad y la tibia atmósfera de la sala. Por los balcones entraba muy debilitada la luz de los faroles de la calle.