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Actualizado: 6 de junio de 2025
Si nos quedamos aquí, serémos uno de tantos; y si damos vuelta á nuestro mundo no mas que con una docena de carneros cargados de piedras del Dorado, serémos mas ricos que todos los monarcas juntos, no tendrémos que tener miedo á inquisidores, y con facilidad podrémos cobrar á la baronesita.
Eso es lo que no podemos saber; pero me parece que el babirussa huyó hacia el Sur. Caminando, pues, hacia el Norte, nos cruzaremos, más o menos lejos, con el Capitán. ¿Y si está buscándonos y se ha dirigido al Oeste? En tal caso trataremos de llegar a la orilla del Durga. Sabemos que se dirige allí, y tendremos que encontrarle.
Si vuestra merced, señor caballero, lleva alguna cosa con que socorrer a estos pobretes, Dios se lo pagará en el cielo, y nosotros tendremos en la tierra cuidado de rogar a Dios en nuestras oraciones por la vida y salud de vuestra merced, que sea tan larga y tan buena como su buena presencia merece.
Supongo continuó que no tendremos muertos; porque si mi camarada Martínez, que es bueno como un cordero y al que quiero mucho, muere en esta broma, yo mato á su príncipe a continuación, sin regla alguna, como se mata á un boche en el frente.
Tendremos que salirnos a la calle a comer, o a la escalera, o llevar una cerilla en el bolsillo para vernos las caras en la sala larga. A cualquiera otra parte. Crea usted que hoy nos van a dar bien de comer. ¿Quiere usted que le diga yo lo que nos darán en cualquier fonda a donde vayamos?
Si la gravitacion del cuerpo A hácia el cuerpo B, depende únicamente del movimiento con que su medio se retira, tendremos que la gravitacion no será por la recta A B, sino que seguirá las undulaciones descritas por el medio. Lo que es contra la experiencia.
Mas siéndole preciso sostener la comedia de su asistencia en la casa del eclesiástico, salió como todos los días, la cesta al brazo, dispuesta a no perder la mañana y hacer algo útil. Al salir le dijo su ama: «Me parece que tendremos que hacer un obsequio a nuestro D. Romualdo... Conviene demostrar que somos agradecidas y bien educadas.
El príncipe, como si adivinase sus pensamientos, añadió: Todo eso ha terminado: no sé si por muchos años ó para siempre... Y aunque vuelvan á ser las cosas algún día como fueron antes de la guerra, ¡cuánto tendremos que esperar!... Tal vez muera yo antes... Por eso voy á hacer una proposición. Se detuvo un momento, apreciando la curiosidad en los ojos de sus oyentes.
Tranquilízate; aún la tendremos veinticuatro horas en nuestra compañía y yo te prometo que tú estarás presente cuando muera. Amaury dejó caer la cabeza sobre el reclinatorio, prorrumpiendo en sollozos. Haría un cuarto de hora que allí estaban de ese modo cuando se abrió la puerta del oratorio y entró el sacerdote. Al ruido de sus pasos volvió Amaury la cabeza y le preguntó: ¿Qué hay?
He distraído al señor Marenval de una conversación cuyo fin espera usted con impaciencia, para hablar de cosas miserables. No volverá á suceder. Querida niña, dijo Marenval con bondad; tendremos ocasión de vernos con frecuencia, pues vamos á emprender una campaña que puede ser larga. No violentemos nada, ni en lo que se refiere á las cosas ni en lo relativo á las personas.
Palabra del Dia
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